Una flor erguida sobre su perfumada belleza (Paracaídas Editores, Lima, 2010). De esta antología diremos, intentando una justa definición, que se trata del lugar donde se juntan grandes vertientes alimentadoras para formar un solo río; es en ese privilegiado espacio donde nos encontramos con la muestra palpable de la poesía de Francisco Muñoz.
Al inicio tenemos a Gelman y Benedetti con toda su nostalgia, Calderón de la Barca con su dolor interior y Descartes con la duda ante la vida y por la vida. Fatalidad de tragedia griega en algunas líneas, Pedro Calderón de la Barca con su renuncia a la vida o el dolor existente. Lo existencial convertido en una constante reflexión. Todo el ser ante su dolor como ante un magnífico peso, con Scorza y Vallejo expresados en su máxima calidad. Surrealismo, Simbolismo y figuras literarias clásicas expresadas con libertad en los textos.
Poeta-lector comprometido con los escritores que admira, Muñoz dialoga con Borges, Sartre, Kafka, Camus abordando como tema eje su preocupación por la degeneración humana. Presentes en grado destacado, están la Generación del 98: Machado, Azorín y Unamuno. Las palabras bailan, cantan, son coloridas y tienen un espíritu imbatible. España espíritu regional, patria pequeña para luego ser patria grande.
Surcan los poemas el espíritu de Rubén Darío en Cantar de vida y esperanza y José Santos Chocano en Alma América. Del mismo modo, Bécquer es otro de los referentes inmediatos. Y es cuando la voz poética se aclara y acelera que nos remitimos a J. R. Jiménez; o Luis Cernuda cuando el verso se torna doloroso y pasional. Es Antonio Machado en la voz de Muñoz o Muñoz en la voz de Machado, eco bravío.
El poema a manera de Whitman para el continente de Hispania. Alberti, Unamuno, Camilo José Cela, Juan Goytisolo, Juan Marsé, Juan Benet todos alimentan estos versos a manera de narración. El ir a la causa y consecuencia de la literatura clásica romana o el devenir de Fray Luis de León o Jorge Manrique.
La esencialidad y lo intrincado del uno interno tan uno para sí mismo, para el poeta como ser humano sensible. San Juan de la Cruz, Sor Juana Inés y Góngora para llegar a la conjunción de los divino y lo humano. Maldice a la manera de Baudelaire y Rimbaud la negación a la vida. Los elementos de la tierra en la filosofía griega es el punto de partida.
Se identifica claramente al Amado Nervo de La amada inmóvil. ¿Para qué somos humanos si nos destruimos? Lo existencial, lo Absurdo a manera de texto irónico o de matiz oscuro. Hay filosofía oriental. La utopía, lo místico a manera de Keats y William Blake. Reinicia con el Simbolismo, luego camina sin pausas por el Modernismo y la Vanguardia. Encontramos a Thomas Eliot de Tierra baldía. Vemos el romanticismo de Goethe y Lord Byron. Quién más que el gran y genio y figura del poeta del siglo de oro Francisco de Quevedo para redondear la entrega.
En síntesis, los veintinueve poemas que conforman esta antología deben leerse como una muestra representativa de la gama de posibilidades estéticas desarrolladas por Francisco Muñoz a la largo de casi 30 años de escritura continua.
Julio César Benavides
Francisco Jesús Muñoz Soler (Málaga,1957) es miembro de la Red Mundial de Escritores (REMES) y del movimiento Poetas del mundo. Sus poemas aparecen en multitud de revistas literarias. Ha publicado los libros Juventud primera (1980), Significación (1983), El sentido de ser (1986), Los ojos en el infinito (1988), Frágil grandeza (1996), Veinticuatro poemas de amor (1998), La mágica unidad de mi vida (1998), Elijo mi libertad (1998), Intentando entender el mundo (2000), Áspero tránsito (2006), Caminar para sentirme vivo (2007), En tiempos de prodigios (2008), El sabor de las palabras (2008), Entre luces y palmas (2009), La claridad asombrosa (2009) y Restauración (2009).
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