Todos gritaban en las mesas redondas,
Intranquilos, cambiando sus puestos.
El aire se llenaba con los vapores del vino.
De súbito alguien entró -y a través del ruido de las voces-
Dijo: "He aquí mi novia".
Nadie oyó nada.
Todos silbaban, rabiosos como fieras.
Y uno -sin saber él mismo por qué-
Se tambaleaba, y se reía a carcajadas indicando
A la muchacha.
Ella dejó caer el pañuelo.
Y todos, con esfuerzo maligno,
Como si entendieran la alusión siniestra,
Rompieron chillando cada pedazo
Y lo cubrieron con sangre y polvo.
Cuando todos se acercaron otra vez a la mesa,
Y se apaciguaron y tomaron sus puestos,
Él les indicó la muchacha en el rincón,
Y dijo sonoramente, penetrando las tinieblas:
"¡Señores! Esta es mi novia".
Y de pronto el que se tambaleaba y se reía,
Absurdamente extendiendo las manos,
Se apretó contra la mesa, tembló;
Y los que antes gritaban locamente
Oyeron los sonidos del llanto.
Alexandr Blok, incluido en Poemas (Alberto Corazón Editor, Madrid, 1970, selecc. y trad. de Samuel Feijóo y Nina Bulgákova).
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Creo que aquí hay una historia que no se ve, pero un contexto que todo lo ciega...muy interesante...
ResponderEliminarSí, dan ganas de enterarse, aún así el poema transmite muchísimo.
ResponderEliminarSuena a algo cristológico, diría yo. Enhorabuena por el blog. Saludos.
ResponderEliminarAhora que lo dices, tienes razón. Y es que en nuestra cultura es difícil sustraerse de la tradición cristiana.
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