La poesía es un acto de vida. Un panorama de fe desde el yo lírico al ustedes universal. Siempre ha estado a favor de las mejores causas del ser humano.
Cuando me encuentro con una nueva voz lírica me invade el asombro del redescubrimiento, porque las voces circulan desde el caudal del misterio y transitan en el silencio del mediodía.
El poeta, escritor, ensayista y periodista Vicente Muleiro (Buenos Aires, Argentina, 1951) es una de las voces que he leído, con base en cuatro de sus libros y, sobre todo, en su antología El maratonista (1978-2006), que recoge una selecta producción lírica de 28 años de creación literaria sostenida. La Editorial Lunes, que dirige Norberto Salinas, la ha puesto en circulación. La portada muestra una bellísima textura de Elsa Salinas.
Vicente Muleiro ha publicado, en poesía: Para alguien en el mundo estamos lejos, 1978; Boleros, 1982; Pimienta negra, 1990; El árbol de los huérfanos, 2000; Milongas de modo tal, 2004; El maratonista, 2006. Mantiene inédito Ondulaciones. En narrativa (novela y cuento): Quedarse con la dama, 1994; Sangre de cualquier grupo, 1996; Don Perro de Mendoza, 2003; Cuando vayas a decir que soy un tonto, 2004. Antologías: Con las manos de fantasma (con la obra del salvadoreño Roque Dalton), 1986; De puño y letra, 1999; Lengua y herida (con la obra del español Antonio Gamoneda); La banda del callejón (antología de poesía argentina joven), en preparación. En ensayo biográfico: El dictador, la historia secreta y pública de Jorge Rafael Videla, 200l, en coautoría con María Seoane.
Asimismo, ha sido galardonado en siete oportunidades, a saber: segundo premio de las Nuevas Promociones de la SADE, 1977; accésit concurso 'Gutiérrez Padial', 1980; Beca de creación literaria de la Fundación Antorchas, 1990; tercer premio 'Eduardo Mallea', bienio 1994-1996; segundo premio del Fondo Nacional de las Artes, 1996; Premios de periodismo 'Rey de España', l998 y 'Julio Cortázar', 2000. Se consigna, por su relevancia, que fue finalista del Premio Planeta, con su más reciente novela de 353 páginas.
Como periodista ha trabajado en los siguientes medios de comunicación: Sur argentino, Crónica, El periodista de Buenos Aires, Crisis, Expreso, La Opinión, La Razón y trabaja, actualmente, en el prestigioso diario Clarín, de Buenos Aires, Argentina, donde funge como editor del suplemento cultural Ñ; igualmente, escribe en El País, de España y en el semanario Brecha, de Montevideo.
Vicente Muleiro es dueño de un acento personalísimo en su manera de abordar el fenómeno poético. Gusta del verso breve, pero intenso. Muchos de sus textos nos obligan a releerlos para inquirir en las cargas expresivas con rotundidad semántica: “pasan ahogados todos los poemas”; “el mundo es una lágrima”. La equiparación entre ahogados y lágrimas es una marca de estilo que se observa en su libro antológico.
La nocturnidad ocupa un espacio decisivo: “La noche es otra/ no esa que apuñala”. Se rastrea el tópico de vivir a oscuras, equidistante, porque “de un punto a otro de la noche (...) suele dolerme esta sabiduría”. Es decir, el dolor como un componente de la existencia humana tiende ventanas, abrazos o cuerpos. El dolor es una resistencia de ojos abiertos. El dolor se enquista en la vida y nuestro reto es luchar contra él, vencerlo “pensando en haber sido un cuerpo a proa”, porque “tras el gemido de las explosiones/ la saliva quebrada del dolor/ hay un suave murmullo de fiestas postergadas/ avanzando, avanzando”.
El tratamiento amoroso es un filón temático en el poemario de Muleiro, puesto que “teje/ en su marea de abrazos todo el reino animal”. En otro contexto de acento corporal, el hablante expresa: “Cruce de ojos (...) en la mesa del amante/ que tritura un pezón con la mirada”. Se evidencia la expresión erótica como un proceso de escritura. La mirada se comporta como un símbolo bisémico de arraigadas expectativas, tanto en el deseo como en la pasión. La mirada se comporta como un signo plurisignificativo.
Vicente Muleiro conoce, porque lo ha investigado, la crueldad de las dictaduras y todo el entramado de insania que acarrean los espurios sistemas políticos que tratan de silenciar al ser humano, como una vil manera de aniquilamiento ético. Los insumos de terror, miedo, aislamiento, castigos y una serie de atropellos a la dignidad del factor humano se constatan en la valiente voz lírica denunciante: “Nadie interrogue el gesto del ahorcado/ su penúltimo grito/ en la masnoche. / Tu intento de susurro/ será penado, nadie/ dibuje el mapa de estas ruinas/ ni atisbe su sopor. Nadie/ se mueva”.
El poder de la bota es impasible, no se detiene, siempre procura amilanar al ser humano en su condición ética, en su dignidad, en lo bueno de cada uno de todos, acaso: “Parientes inclinados al secreto con un fondo/ de marchas militares. Había riesgo en la idea/ del nosotros y una culpa rarísima”.
En este universo lírico se construye asociaciones poéticas misteriosas que le confieren gran categoría artística al texto. En él “podemos transitar bajo los árboles/ quebrando la madera con las lágrimas”, o bien, “quien no cargue pañuelos (...) que arroje al aire/ su primer olvido”. Siempre se ha dicho que el olvido representa la segunda muerte, la desidentidad.
La comercialización de los sentimientos se incluye como uno de los ejes significativos que denuncia este mapa lírico: “Mendigabas amor en las caras veloces y en la indiferencia de los objetos”. Luego persiste un código patriarcal en el enunciado: “Conquista tú hijo mío, sale y conquista tú”. Será, acaso, una denuncia sobre el relevo generacional del machismo.
En el contexto anterior, “a veces se da/ vuelta y no consigue que en la casa arrasada apaguen/ esa lámpara”. En este intervalo, el yo lírico pasa revista a guerras como Waterloo y a personajes históricos como Napoleón “en tanto me esforzaba por ser contemporáneo”. El yo lírico plantea ese nudo expresivo con un sesgo de alta ironía: “En retirada (...) mientras/ fumábamos exhaustos y aguardábamos/ turno en el prostíbulo”.
El poema que da título a esta antología poética alude a nuestra época, de feroz competitividad en el siglo XXI. La imagen que se vende es la del triunfo, dado que perder es una ofensa, un rebajamiento a la condición humana: “Correr, correr y levantar los brazos/ mientras brama el estadio”. En un segundo momento, el texto estructura: “cuando cruzás la meta ya es de noche/ se han retirado el público y los medios”. En un tercer apartado, el yo lírico aduce: “Se te veía venir a esta derrota:/ el que corre desnudo/ le teme a la llegada”. Sin embargo, todos somos maratonistas de la vida, y nadie quiere llegar de primero a la carrera de la muerte. En ese aspecto, el libro maneja presupuestos antinómicos de honda reflexión vital. Dichos planos dualísticos son una especie de constante en la obra poética del autor argentino.
El poema “Hernán” revela otro estadio de una situación límite: “Le hemos dicho que no y ha jurado matarnos”. El individuo lucha para no ser aniquilado, a pesar de que sea inocente. Sobre la base de una experiencia personal, el hablante reconstruye la amenaza de muerte que le preanuncia su hijo cuando tiene cuatro años de edad, por lo cual “se ha agotado llorando y hay/ silencio en casa”. En este texto, el final es una especie de sistema recolectivo: “No hagan ruido señores/ Nuestro asesino duerme”. Afortunadamente para la poesía, la amenaza provenía de un niño con buenos sentimientos hacia su padre.
El poeta reconfirma el estatus de la palabra: “busca la palabra parda, la no dicha (...) Cuando está escrita es la muerte/ si no está escrita es la nada”. La oscilación dialógica muerte / nada no es negatividad, por el contrario, signa la asunción de lucidez: “El bastón que lo precede va buscando una palabra”. Dichas señas de identidad nos lleva a inferir que la milonga es dedicada a Jorge Luis Borges, el argentino universal de la palabra. Borges dedicó su vida a darle plurisignificación a la palabra, a su palabra, a nuestras palabras. He ahí, entonces, su legado eterno.
Vicente Muleiro escribió en el 2004 el libro Milongas de modo tal, que consta de 37 poemas con diversos ejes temáticos: “Las milongas de Muleiro presentan un movimiento danzante al que alguien, de repente, parece haberle comido un pasaje, un tramo (...) Muleiro llama milonga a la queja y su desagravio, al canto general para explorar las relaciones inciertas entre la pena y la dicha” (Horacio González, 2004: contracubierta).
En la “Milonga de los sobrevivientes” se valora la verdad como un principio de vida: “Hemos bailado sobre restos de ustedes (...) En verdad no sabemos (...) están muertos, tan muertos/ y nosotros bailando/ en la injusticia esta milonga de sobrevivientes”. Aquí, se aborda el protocolo de la sobrevivencia como un ritual festivo. La vida es única, cada quien debe defenderla. Entre todos formamos el coro por la vida, pero su esencia es una concienciación personal. Un milagro de Dios cada día de la tierra.
“Fíjate alrededor:/ han comenzado a impacientarse/ los pocos que te esperan”. La modernidad tecnológica nos puede llevar a un proceso de impersonalización. La experiencia dialógica adquiere hoy caracteres menos personales. La línea es una opción “en las putas gestiones cibernéticas”. Ahora, el ciberespacio es un reino, el del siglo XXI, al que se le abren sendos signos de interrogación. Y uno se pregunta, muchas veces, ¿cuál será el espacio del individuo? ¿Seguirá teniendo uno? ¿Lo estaremos sustituyendo sin darnos cuenta, alocados en la guerra de la velocidad de las máquinas contra lo finito de la vida?
La milonga del equilibrista es una reflexión sobre dicha actancialidad, porque: “No hay aplausos tampoco para el equilibrista/ si mira las montañas (...) Una íntima ovación lo espera en el arribo: / estar entre las cosas, aún a salvo/ de nada, estar entre las cosas”. Lo vital se juega la vida en cada paso, en cada decisión que damos. Es la lucha entre lo superficial y lo esencial; lo inane y lo profundo. Vivir es una exhortación. Vivir consigo mismo es un mandamiento de plenitud. Las decisiones políticas, muchas veces, no vislumbran dichas esperanzas.
En otro orden, pero enlazado con la certeza de la incompletitud, el yo lírico agrega: “Del payaso no hablamos. El payaso se salva./ A solas, el payaso/ es un astro del llanto”. Es decir, el traje y la máscara son elementos que se resignifican en el quehacer de la cotidianidad, sin embargo, “mentira que dormimos./ Lo que nos falta es lo que nos falta”, con lo cual se acepta que nuestra incompletitud es una ventaja para completarnos en los otros, lo que encierra un acto de fe y amor, de solidaridad y vigencia.
Hace cinco lustros, Guanacaste, en el norte costarricense, recibió el influjo espiritual de Rubén Vela, escritor, poeta y diplomático argentino, cuando auspició la revista Hojas de Guanacaste (1982-1984). También hemos acogido la regia voz del poeta argentino Luis Alberto Ambroggio y la presencia del poeta, escritor y periodista argentino Vicente Muleiro, le confiere una benéfica influencia a la poesía guanacasteca. Guanacaste también es pampa.
Vicente Muleiro pasa a ser una de las voces latinoamericanas a las cuales daremos seguimiento creativo. El espíritu de Alejandra Pizarnik seguirá enviándonos poetas argentinos a la pampa guanacasteca costarricense. La Pizarnik es mi poetisa predilecta. Durante mi permanencia en Buenos Aires, hace algunos años, adquirí dos libros suyos en una venta de frutas, todo misterioso como su vida y su poesía, como Argentina dentro de mi alma y mi espíritu.
La poesía de Vicente Muleiro, entonces, es un mar apuñalado como pequeños soles de cabelleras sueltas, que miran la noche después de dormir en la distancia de la lluvia. Es una toma de conciencia de la ceguedad y los susurros; los sueños del día y del olvido. Una arruga que golpea la mesa. Una orilla en fuga para enfrentar al ciberespacio. Los equilibristas construyen el silencio en la nostalgia, pero la vida la forjamos todos, a partir de Dios, con la lucha permanente entre los otros y yo, aunque: “El disparo impasible/ fue urdido en el despacho. / Ahora contemplamos la recta trayectoria del misil (...) Sucede lo de siempre: / la poesía trágica se escribe/ a ras de piso”.
Siempre es un gusto leer la poesia y los articulos del Licdo. Miguel Fajardo Korea, asoma su calidad profesional responsable al tratar con profundidad y respeto los temas que pone sobre la mesa del lector..., convirtiendose en un puente solido hacia el conocimiento, de todos aquellos que nos gusta ampliar nuestras fronteras del conocimiento.
ResponderEliminarNos alegramos de que te haya gustado este artículo. >Un abrazo.
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