La noche era tan larga que todos la olvidaron
y de pronto en el cielo brilló tu mano ardiendo
como una luna roja que hasta la tierra baja
y nos toca la frente hundida en el silencio.
Desde entonces te siento, Señor, ya tan lejano,
que no sé si es que existes o fuiste sólo un sueño;
porque quise saberte, Señor, quise tocarte,
al ver sobre mi vida toda tu luz cayendo.
Señor: ¿por qué encendiste con tu fulgor terrible
la pura noche negra que oculta mis secretos?
¿Por qué no me dejaste como la piedra, inerte,
eternamente blanco, eternamente muerto?
José Luis Hidalgo, incluido en Dios en la poesía actual (Biblioteca de autores cristianos, Madrid, 1970, ed. de Ernestina de Champourcin).
Otros poemas de José Luis Hidalgo
Los hijos, Mano de Dios, Que es la noche de Reyes, Vivir doloroso
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Otro que ha visto la luz, te veo muy ocupado con el tema de Dios, que por otro lado es una constante en el ser humano inteligente, porque con la barriga llena y el fuego calentando solo queda mirar al cielo y preguntarse por ... (es el final de la peli "En busca del fuego")
ResponderEliminarYo más bien diría al contrario, la muerte de Dios ocurre en medio de la opulencia occidental. Los pobres necesitan a Dios.
ResponderEliminarLos pobres de hoy tienen fuego y comida...y poco mas
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