Mis pobres muertos miran el sol y los ponientes
con un ansia tremenda, porque ya en mí se ciegan.
Gabriela Mistral
con un ansia tremenda, porque ya en mí se ciegan.
Gabriela Mistral
Yo quisiera morir, cuando ya tenga
mi sangre en otras sangres derramada
y ya mi corazón sea semilla
que florezca su flor en otra rama.
Porque entonces, Señor, mi tronco seco,
sin la savia de Ti, se irá a la nada,
pero las ramas altas de mi vida
seguirán por tu luz alimentadas.
Y pasarán los años; mi madera
sobre el suelo caerá, por Ti talada,
y en su carne, ya tierra para siempre,
crecerán las raíces de sus ramas.
Así podré tenerte, con mis hijos
podré llegar a Ti; por sus palabras,
podré llorar de Ti, podré soñarte,
buscando en el futuro tus entrañas.
Pero si no es así, si en mí ciegan
los ríos de la sangre que te cantan,
jamás te encontraré, porque los muertos
están muertos, y mueren y se acaban.
José Luis Hidalgo en Los muertos (1947), incluido en Poesía española 1939-1975. Antología (Ediciones Tarraco, Tarragona, 1977, selecc. de Ricardo Velilla).
Otros poemas de José Luis Hidalgo
Los hijos, Mano de Dios, Que es la noche de Reyes, Vivir doloroso
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Es un poco descorazonador leerlo así, ...
ResponderEliminarMe resulta muy triste, pero me resulta triste porque lo veo real.
Solo somos recuerdo cuando dejamos de ser.
Bueno, míralo por el lado positivo: mientras somos, tenemos la posibilidad de amar. El resto ya no depende de nosotros.
ResponderEliminarMe recuerda mucho a Juan Ramón Jimenez, ese deseo de permanecer en las cosas en los hijos,el poema es este, seguro que lo conoces:
ResponderEliminarY yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando;
y se quedará mi huerto con su verde árbol,
y con su pozo blanco.
Todas las tardes el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.
Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón de aquel mi huerto florido y encalado,
mi espíritu errará, nostálgico.
Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido...
Y se quedarán los pájaros cantando.
Sí, debe ser muy de la época esa forma de encarar la propia muerte.
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