El padre juega con sus criaturas.
La cara vuelta contra la pared
y el brazo levantado hasta los ojos,
está contando como si llorara.
Y mientras cuenta sus criaturas crecen,
van por el mundo, suben escaleras,
se enamoran o estudian geografía.
Cuando termina de contar, el padre
entra en los cuartos y revisa muebles.
Apenas ve. ¿Quién apagó las luces?
Su voz, que ha enronquecido, los invita
a dejar de una vez sus escondites.
Y los hijos regresan, jubilosos.
¡Cómo han crecido! Son casi tan altos
como los sueños que en su juventud
solían desvelarlo dulcemente.
¡A contar! ¡A contar! –exclama el padre.
(Los grandes siempre vuelven a ser niños.)
Y los hijos se apoyan contra el muro,
hunden la frente entre los brazos. Cuentan.
Y mientras cuenta –once, doce, trece…-
el padre se va haciendo pequeñito.
Cuando terminan de contar lo buscan.
Lo buscan pero el padre no aparece.
Se ha escondido debajo de la tierra.
Antonio Requeni en Antología poética (Fondo Nacional de las Artes, Buenos Aires, 1996).
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Palabras para el ángel de Cecilia, Piedra libre, Sala de espera, Toledo
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Mas de padres, me ha encantado, yo ahora estoy contando...
ResponderEliminarEs verdad, me haces plantearme por qué me gustan tanto los poemas con esta temática. Hasta ahora no me había dado cuenta.
ResponderEliminarSi, cuando suben escaleras ruego que no caigan, cuando se enamoran deseo fervientemente que sean correspondidos, cuando estudian geografía...quise siempre que sepan que el latitudes remotas, entre altas montañas o llanuras heladas siempre habrá un ser humano a quien querer, respetar, ayudar.si aprendieron eso me doy por satisfecho...he creado seres nobles. Ya pueden seguir contando...empequeñezco, pero feliz.
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