-se les abrieron los ojos-
LA VOZ DE ALICIA
Alguien abre la ventana
y no soy yo, necesariamente:
son visiones:
una ventana una silla una puerta
polvo en las esquinas
tierra bajo los zapatos.
Nada indica que hayamos podido caminar
que el tiempo exista
y nosotros seamos una línea recta
atravesándolo perpendicularmente.
Cierro la ventana
no la misma:
el espacio que en ella se acumula
la ha mutado.
Sentada en mi habitación
intento contar los días que pasan sin pasar:
soy la imagen del espejo
que traiciona a quien se observa.
Miro el vacío que habita en una puerta antes de cerrarse
donde muro y ojos son la prolongación no de ojos ni de muro
sino de un cuerpo que no está
que no existe.
Pero el ojo miente
como miente la pared
como el sol miente
como miente la imagen.
La silla se encuentra al lado de la ventana
tiene tres prendas en su respaldo
y no me pertenecen:
la puerta está cerrada
estuvo abierta:
quizás nadie haya entrado
ni la muralla proyecta la imagen en el ojo
ni tampoco hay prendas en la silla
ni silla
ni puerta
ni ventana
porque no hay tierra bajo los zapatos
ni gato dictando esta caligrafía.
Sólo eres tú
observado por el vidrio a media noche
intentando explicar el silencio que te rodea
y que no permite que tus ojos vean la oscuridad
que proyecta la luna
del espejo.
LA VOZ DE UN PESCADOR
No voy a pedir nada
se los aseguro.
Afuera sigue existiendo el barro
las golondrinas anuncian lluvia.
Un inmenso río seca la fuerza que nos queda
y me recorre entero
en busca de una copa en que vaciar su yodo.
Las calas florecen junto a las espigas de metal
y tengo miedo de que el vilano
se vuelva a enamorar de nuestra boca.
Intento construir puentes
ser feroz cazador de la mañana
pero no basta con eso.
Sólo logro divisar
el ángulo que queda entre la ventana y el horizonte:
la hierba crece salvaje en mis ojos
la pesca es abundante en guijarros
todavía se ve alguna gaviota extraviada en el mediodía.
No voy a pedir nada
sólo escuchen cómo afuera arrecia el viento
y el balido de un extraño cordero quiebra el sol
dejando el agua que nos queda
infectada de cenizas.
Julio Espinosa Guerra, incluido en Todo es poesía menos la poesía. 22 poetas desde Madrid (Editorial Eneida, Madrid, 2004).
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