El marino sonríe cuando le hablan de dioses
y escupe sobre el polvo con grave indiferencia.
Se vuelve atrás y mira, con mirada cansada,
un mar inexistente. Para aplacar al otro
enciende su tabaco contra el atardecer
y entra en su casa altivo, desnudo como un dios.
¿Cómo hablarle de dioses? Si el mar aún llama fuera,
lo sabe por la brasa que deja la ceniza
en las planchas de acero. Y por eso sonríe
y su sombra en la noche se fortalece en sombra.
Se oye un trote lejano de cascos en el viento
y un sollozo de ninfas sobre los arenales
donde el mar centellea.
Rosendo Tello en Caverna del sentido (1992), antologado en En el corazón de la luz (Gobierno de aragón, Zaragoza, 2006).
Otros poemas de Rosendo Tello
Caverna del sentido (III, XIV)
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