miércoles, 30 de julio de 2008

‘La poesía del cuerpo’, artículo del Lic. Miguel Fajardo Korea sobre la poeta costarricense Eunice Odio


(Universidad Nacional de Costa Rica) Eunice Odio, Costa Rica (1919-1974) incorpora novedosos niveles lingüísticos y explora el tópico del descubrimiento del cuerpo. Con ello, se convierte en la pionera de ese abordaje temático dentro de la poesía vanguardista costarricense, a partir de su libro de estreno Los elementos terrestres (hay una edición en España en Editorial Torremozas, Madrid, 1989) con el cual obtuvo el premio centroamericano ‘15 de setiembre’ (Guatemala, 1947). El libro se publicó en 1948, hace 60 años. Junto con Aracelly Bianco Lara somos coautores de la tesis El acento corporal en Los elementos terrestres de Eunice Odio (Heredia: Universidad Nacional de Costa Rica, 2003: 154). El exigente jurado estuvo compuesto por el Dr. Albino Chacón Gutiérrez, el Dr. Carlos Francisco Monge, el M.Sc. Jorge Alfaro Pérez, la M.Ed. Ileana Villalobos Ellis y el Dr. Jorge Charpentier García (1933-2004), Premio Magón. La tesis mereció la máxima calificación en su defensa pública. Después de 34 años de la desaparición física, mas no espiritual de nuestra Eunice Odio, creemos prudente ofrecer este acercamiento interpretativo para los lectores de esta revista electrónica.


Eunice Odio inicia esa tematización cuando dicha práctica transgredía el comportamiento de la tradición patriarcal. Su poesía vanguardista reconoce el cuerpo y explora la sexualidad, tanto femenina como masculina e, igualmente, sus relaciones con el goce o el deseo.


En Los elementos terrestres, la percepción del cuerpo es múltiple, porque es un espacio para la significación expresiva del reconocimiento individual. El cuerpo se nombra y muestra, es decir, se compone y se reconstituye. Genera sentidos, en la medida en que las partes de la anatomía representan un espacio, visible y tangible, a partir del cual se toma conciencia de él. El cuerpo se redescubre en el lenguaje del otro.


El diálogo de lo femenino y de lo masculino se extiende aquí a los planos de la corporalidad; ella busca al amado por las inmediaciones de su propio cuerpo y reposa en el del amado. De ese modo, la imagen del cuerpo es una especie de tejido que se muestra y concreta en la mirada del otro. La perspectiva intercorporal opera, entonces, como un código dialógico que posibilita el goce.


La presencia de elementos vegetales y corporales establece una relación entre la naturaleza y el cuerpo, es decir, la naturaleza se comporta como intimidad o deleite. La conjunción de la vegetalidad remite a la estética del jardín y connota la delicadeza sensual y erótica.


La hablante ve al hombre como su complemento, porque “el camina en parte / con mi alma”. El amado apela al sueño, que atrae en ausencia el modo de llegar hasta ella para conducirla al encuentro de la unión sexual de la pareja.


En el poema cuarto, el hombre ve a la mujer asomada a su pecho; ese sustantivo se repite y es plurisignificativo. El amado la contempla en un proceso de evolución física y se marca con los oxímoros “pecho diurno” y “voz descalza”, los cuales evocan elementos corporales en cualificaciones inacostumbradas.


Es evidente la presencia de matizadas asociaciones del cuerpo léxico con el sexo oral: “pozo”, “boca”, “resbala”, “paloma” y la referencia a la salinidad. Los muslos se llenan de erotismo. La metáfora los “manojos de agua” puede relacionarse con el orgasmo, lo cual se amplía con el sustantivo “espuma” y la cavidad física del pozo-vagina vista como “rebaño secreto”, con lo cual se puede hablar de la presencia de metáforas que remiten a lo erótico y a lo sexual.


El sistema de significados poéticos alude a la relación sexual con el otro, en una experiencia física y corporal; la amada se propone un recorrido por la geografía del cuerpo amado; así como él explora el cuerpo de ella. El cuerpo opera, entonces, como un vector que se anhela poseer, con firme expresividad amorosa y como acción de completitud. Debe destacarse que en el acento poético odiano, la mujer es sujeto del deseo y no objeto, es decir, su participación es activa y creadora. La poesía del cuerpo construye, sin duda, un espacio de expresión social que censura las restricciones y los silencios históricos.


En Los elementos terrestres, el cuerpo debe leerse de manera que construya diversas posibilidades de relación, tanto consigo mismo como con los demás, sin que las diferencias sexuales alcancen papeles jerárquicos. Las partes del cuerpo se relacionan con un amplio registro simbólico y cultural. La voz femenina, al escribir de su cuerpo, escribe su cuerpo, su deseo, su goce, su deleite. Ella es capaz de nombrar y también se nombra. Mediante el lenguaje construye su propia subjetividad activa, por ello, ambos amantes participan con placer del acto amoroso, porque es el goce de la experiencia, de la inclusividad.


El cuerpo es un tejido que se teje con la huella del deseo, por lo tanto, muestra una gama de sentimientos expresados por medio del lenguaje. El cuerpo posee una dimensión unificadora. Es un lugar donde se construye el goce, la sexualidad. Utiliza un discurso que se apoya en la intervención de la mirada, la cual provoca un desplazamiento de los amantes hacia las partes erógenas; de esta manera, establecen un vínculo que se materializa en la provocación de uno y en la respuesta del otro, porque el contacto físico es la experiencia que inicia la vivencia y el conocimiento de lo erótico.


En los ocho textos del poemario de la costarricense Eunice Odio, quien falleció en México hace 34 años, hay 153 menciones corporales. Los semas de mayor recurrencia, con 17 y 18 alusiones son el “cuerpo” y el “pecho”, que opera como una zona erógena, un símbolo activo de la sensualidad, mediante el cual se perciben los fuertes latidos del corazón, propiciados por el clima sexual de la pareja. Desde el primer poema, la voz de la amada llama al amado para que se inicien en el deleite de sus cuerpos:


Ven

Amado.

Te probaré con alegría

tú soñarás conmigo esta noche” (LET, 119).


El objeto del amor es visto como lo que se come, se saborea, se degusta. Un recurso sugestivo que proyecta el tipo de caricias que recibirá el amado. Lo que al inicio aparece como un llamado “Ven” se convierte en experiencia “te probaré”, lo cual implica una certitud de contacto.


Los cuerpos de ambos se convierten en espacios tangibles, llenos de zonas erógenas. El pecho, la boca o la cintura sugieren que no queda ningún sitio sin explorar. Al leer el texto como un recorrido corporal, el erotismo se encuentra sugerido en el lenguaje simbólico utilizado y se enriquece con todo tipo de alusiones a prácticas culturales sobre el amor y el sexo. Según Roland Barthes: “exploro el cuerpo del otro como si quisiera ver lo que tiene dentro, como si la causa mecánica de mi deseo estuviera en el cuerpo adverso” (Barthes, 1999: 80).


En el texto, el sexo no se presenta como una culpa, mancha o pecado; por el contrario, hay una tendencia a reivindicar el cuerpo y la sexualidad de ambos géneros como una demanda de amor, con alusiones al sexo y a sus zonas erógenas, en aras del goce. La amada valora el cuerpo del otro en el momento en que erogeniza la realidad corporal del muslo como una “daga sumergida en la noche”.


Hay numerosas referencias a las diversas regiones del cuerpo que funcionan como símbolos corporales de la sensualidad, por ejemplo, las zonas orificiales y erógenas del cuerpo: oral –boca, pecho-, así como los órganos sexuales referidos a la vagina y al falo.


En este poemario, el alma está en un sitio donde puede ser comida: en el cuerpo. El sitio de la convocatoria es el topos de la corporalidad humana: “Antes que yo se te abrirá mi cuerpo”. El poder del cuerpo y la palabra confirman la identidad y el desafío en el ser físico de los cuerpos amantes: ella en él; él en ella. El sustantivo “alma” es puesto en relación con las siguientes partes anatómicas: cuerpo, brazos, cuello, aliento, corazón, uñas, oídos, mano y piel. Lo humano se asocia con lo material, con la corporalidad exterior y, dentro de ella, se manifiesta el desplazamiento de los elementos espirituales, porque cada vez que se mencionan éstos, aparecen dispuestos por contigüidad funcional, en relación con el cuerpo. Este mecanismo permite una lectura unificadora de las relaciones eróticas y sexuales, que se comporta como un mecanismo estilístico trasgresor en la poesía vanguardista costarricense.


El discurso del cuerpo no es visto con impudor, sino con la naturalidad de los elementos terrestres. La tradición cultural asocia lo femenino con la tierra como elemento pasivo, pero en el poemario de Eunice Odio se da una ruptura: la conciencia del cuerpo como poder artístico; la capacidad de construcción lingüística como sujeto del deseo, el establecimiento de una relación igualitaria en el plano de la sexualidad, así como su perspectiva de mostrarse y nombrarse a sí misma; mirar al otro y nombrarlo.


La preocupación por la poesía del cuerpo es el más decisivo aporte de este libro odiano, pues dicho nudo de significación se presenta en las facetas de lo sensual, el erotismo y lo físico carnal, como elementos integrales de la sexualidad. Las diversas partes de lo corporal establecen un código poético que se plasma en la evocación erótica del deseo o el placer y desde la perspectiva de lo sensual que activa las zonas erógenas. El erotismo de los textos odianos se ve reforzado cuando entran en juego las referencias a especies animales, vegetales o líquidas, que funden dichos elementos con el eros, con esto, la perspectiva lírica se ve enriquecida en el tratamiento de sus diversos nudos temáticos.


La expresión física de lo corporal, en la voz poética de la costarricense Eunice Odio, constituye una perspectiva de rompimiento de tabúes patriarcales. Su apuesta por lo corporal es un redescubrimiento temático, al centrar su perspectiva poética, tanto en el cuerpo femenino como en el masculino. Esas partes llegan a resignificarse cuando interactúan en el plano de lo simbólico cultural, más allá de lo que sería una simple experiencia personal. El abordaje sexual es dialógico y alcanza grandes posibilidades en la expresión del cuerpo, elemento a partir del cual se genera la semiosis profundamente sensual y sexual del poemario, que se presenta con gran naturalidad y con un lenguaje novedoso y trasgresor, lleno de lirismo, en el mapa de la poesía vanguardista centroamericana.


La propuesta temática odiana, inscrita desde 1948, tiene diversos puntos de contacto, la mayoría posteriores, en otros contextos de producción. En el panorama femenino de la poesía centroamericana destacan, con derecho propio, los aportes de Clementina Suárez, Carmen Naranjo, Gioconda Belli, Ana Istarú, Dina Posadas, Julieta Dobles, Jacinta Escudos, Bertalicia Peralta, Gloria Young, Gabriela Chavarría, Consuelo Tomás, Lil Picado, Luz Méndez, Mía Gallegos, Ana Rodas, Carmen Matute, Isabel Ruano, Nidia Barboza, Carmen González Huguet, Helen Umaña y, en el contexto guanacasteco, la creación lírica de Rosario Meléndez González, Ligia Zúñiga y la obra inédita de Aracelly Bianco.


Lic. Miguel Fajardo Korea, Premio Nacional de Promoción y Difusión Cultural de Costa Rica. Ponencia presentada durante el XII Festival Internacional de Poesía de Bogotá, Colombia.

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