martes, 10 de junio de 2008

‘Mauricio González Velásquez y la cotidianeidad crítica’, un artículo del Lic. Miguel Fajardo Korea

(Correo de Costa Rica). Colombia merece un destino en paz, su gente quiere vivir tranquila, sin amenazas, sin inquisiciones. A todo ello tiene derecho, porque es un país maravilloso, con gran potencial turístico, de riquezas naturales que deben ser para el disfrute de los colombianos.

La amabilidad de su gente es uno de sus más preciados valores. Colombia merece paz; exige paz. Hay un sufrimiento nacional e internacional por sus males, pero Colombia requiere una imagen diferente, porque su pueblo trabajador y honesto nunca ha renunciado a la esperanza ni al anhelo de justicia. Su imagen internacional debe rectificarse, porque nos estamos privando de su alegría, de su aporte bolivariano auténtico, de su increíble confraternidad latinoamericana.

Desde que asistimos al XII Festival Internacional de Poesía de Bogotá, con los anfitriones Rafael del Castillo, Jairo Bernal Macías, Amparo Dimaté o Alirio Ávila, Colombia es parte de nuestro recuerdo vital, por la calidez de su gente y la fraternidad espiritual increíble. Conocí a numerosos escritores y artistas en nuestros recorridos culturales bogotanos y trabé amistad con el novelista Mauricio González Velásquez (1960), quien tuvo la deferencia de mostrarme las particularidades de la hermosa capital que es Bogotá, la que en muchos sectores destaca por sus estructuras arquitectónicas de rojiza brillantez.

Mauricio González Velásquez nació en Dabeiba, Antioquía, Colombia, el 19 de agosto de 1960. Ha publicado poemarios, cuentarios y novelas en una carrera literaria que incluye, hasta ahora, 15 libros, a saber: La esponja, 1995; Ámbito de ternura, 1995; Hálito interior, 1997; Relojes, 1999; Sondeo, 2000; Engañados, 2002; Poemario del transido, 2002; Colombia martirizada, 2002; A través del agua, 2003; El morador de Antazalez, 2003; En polos, 2004; Recobrando a Giali, 2005; Colombia enlutada; 2005; El retorno, 2006; El convaleciente, 2006. He leído la mitad de ellos y tienen un lugar especial en mi biblioteca privada. Su producción continúa con la intensidad de su patria y de su vida.

En la obra lírica de Mauricio González se advierte una diafanidad y sencillez para poetizar los temas que le atañen al ser humano. Es una nueva reflexión acerca de la sentencia de Heráclito sobre el discurrir eterno del agua:

“Mirando el agua, pienso,
en su antigua presencia:
Aquí estuvo. Volverá a estar con nosotros”.

Mientras tanto, el silencio ecológico se torna una interrogante:

“Huellas de aromas
pasos, hojas y agua fresca.
Gotas de lluvia.
Silencio de pájaros y árboles”.

Luego, indaga los presupuestos éticos en relación con el ser humano y su condición existencial. Se abre una incertidumbre con los nudos de significación verbal, sobre todo, el último de ellos, porque partir es una congoja, no una certeza: ¿Acaso se puede regresar? ¿Tenemos la posibilidad en hacerlo? ¿Es nuestra la decisión?:

“Las aguas precipitándose parecen

expresar sonidos que renacen:

Ahí está la presencia de los que ha visto:

Unos se han quedado y otros partieron”.

Su poemario Colombia enlutada se encuentra habitado por el dolor y el horror:

“Los muchachos mutilados que cruzaban
la carrera séptima y sus muletas alistaban.
El pensamiento sacudido por la explosión que entrelazaban
en la atormentada memoria y recobraban”.

En este texto, el autor incorpora dísticos meditativos al final de cada uno de los poemas, dicha técnica funciona como un sistema recolectivo; algunos de ellos son los siguientes:

“Nada pueden las palabras en las almas heridas
de quienes pagan por cadáveres de sus seres queridos”.
“Huérfanos, heridos, mutilados (...)
Aridez, artimañas, asesinatos: Todos somos perdedores”
“No te silenciará la torpeza de quienes acordaron el crimen
Ni la ceguera de quienes ejecutaron el vejamen”
“En perseverante comunicación, con los corazones destrozados
Saludan y llaman a sus familiares secuestrados”.

Realmente, las guerras son una plaga de irracionalidad e incomprensión. El ser humano, desde su existencia, ha sobrepasado las 14.000 guerras. Hacer la guerra es una cruzada de maldad y Mauricio así lo capta y poetiza: con furia, con dolor, a veces con impotencia contra el poder de los sistemas de la muerte, aunque la palabra y la literatura sean sus pertrechos éticos y solidarios ante tanta y dolorosa insania en los diversos sitios del planeta físico, porque también en el ciberespacio se libra una guerra de virus y maldades tecnológicas. No hay remedio. Muchísimos han nacido para sembrar el mal, no cabe ninguna duda de que sea así.

La propuesta lírica de Mauricio González Velásquez entre la ecología y la guerra es un documento de invaluable reflexión. En un mundo desangelado, poco creyente, alejado de las prédicas de la verdad y el bien. La poesía del poeta antioqueño nos alerta a estar dispuestos a luchar por los principios éticos dentro de una sociedad que debe apelar a la rehumanización, para no extraviarse en el sendero de lo malévolo. No cuesta tanto poder hacerlo, es cuestión de principios y dignidad; de lucha y conciencia favorecedora en beneficio de las causas nobles, como él sabe hacerlo cada vez.

Su narrativa es una saga de cuatro novelas sobre la ‘vida de Roberto’ contada en igual número de Libros: Engañados, En polos, Retorno y El convaleciente. Roberto es el personaje en relieve sobre el cual giran los hechos abordados. Creo que valdría la pena cerrar ese ciclo, para esperar otros alcances narrativos de la pluma del narrador colombiano Mauricio González Velásquez.

La trama que sustentan sus personajes en Engañados le sirve al narrador para expresar sus puntos de vista:“Nunca pudo comprender aquel amor de los que tienen en su esposa un objeto de decoro colmado de halagos, pero reservan su fijación sexual para otras mujeres, con las cuales sí hacen sus cosas; Kalmin hablaba de respeto: ¿cuál podría ser el respeto profesado hacia una mujer a quien no se deposita la confianza indispensable para realizar el acto sexual sin trabas”(González, 2002:129).

En polos inicia con un acento narrativo lírico, pero crítico: “No es la misma claridad. No es la misma tibieza que recorre el amplio salón. No. Es disímil, a la humedad de una adyacente desvencijada vivienda, donde no hay amplios salones, ni jardines. Aunque los pájaros libres siempre vuelan, no acuden con la misma regularidad a todos los lugares: tampoco van con la misma constancia a todas las casas. En el mismo paisaje, personas y viviendas aledañas, pero, ajenas” (González, 2004: 7).

En Retorno se ofrece una crítica contra lo que el narrador considera un gasto extremadamente oneroso: “En un país como el nuestro, donde hay millones de analfabetas y millones de desnutridos: me parece el colmo de la indolencia e indiferencia, que existan personas capaces de invertir millones en un anillo”.

En Recobrando a Giali se alude al sorteo por el amor de una joven muy hermosa: “Propendíamos, por abandonar al azar, lo que éramos incapaces de resolver por nosotros mismos, en el gran océano de amor por Giali. ¿Quién entre nosotros merecía encararla? Nos preguntábamos, ignorando que lo importante podría ser quién deseaba ella, la increpase. Pero todos la queríamos y manteníamos tácito un pacto con Giali, pretendimos que un sorteo permitiera a un privilegiado, representar a todo el grupo y amarla personalmente” (González, 2006: 10).

En El convaleciente se aduce: “Han asesinado a Jaime Pardo Leal. Dijo Julián Gómez por el teléfono. Se refería a un dirigente político. Líder y candidato de la oposición, hacía parte de una nueva organización, nacida de los acuerdos firmados con un presidente dicharachero, cuya carencia de seriedad y consistencia la historia precisará. El nuevo partido político venía siendo diezmado por masacres, desapariciones y magnicidios: obscura página de nuestra democracia. Roberto se conmovió. ¿En qué país vivía? ¿Cuál es el alto grado de intolerancia en las fuerzas que asesinaban al candidato presidencial...” (González, 2006:24).

En los cuatro corpus narrativos reseñados existe una incisión por temáticas disímiles, pero abordadas con la expresión y la sinceridad de un narrador que establece conciencia y compromiso social al interior del texto.

La saga narrativa del narrador colombiano Mauricio González Velásquez establece presupuestos de humanización para no continuar siendo victimados por las garras de los sistemas despersonalizados que atentan contra la independencia y la individualidad.

Mauricio González es un escritor con un gran compromiso social, tanto a favor de la persona holista como de su país y, dentro de él, con quienes sufren persecución y las tropelías de la fuerza, no importa de cuál signo, es decir, venga de dónde venga. El narrador está atento para la crítica frontal contra los que amilanan al ser humano. Desea una mejor calidad de vida y una convivencia confraternitaria latinoamericanista.

Esta reseña de la obra de Mauricio González es un acercamiento a una voz honesta y denunciante del estado de situaciones límite que se vive cada día, bien sea en su país como en diversos contextos del planeta. Cerramos este vistazo a la producción literaria de Mauricio con el poema de su autoría, intitulado ‘Ceguera’:

"Pensar indolentes, que por algo fue:
Convivir con atrocidades, secuestros, crímenes.
Impotentes ver la patria en el abismo
Mientras medramos en el pesimismo y arribismo.

Acostumbrarse a la pululante muerte
en desfachatez creer que la del otro, fue pura suerte,
acudir al cine, al estudio, al restaurante
mintiéndonos al decir que se debe gozar el presente.

Perorar con alambicadas palabrerías
sobre nuestras riquezas e historias
soslayando la nación despedazada
que legamos a la próxima generación atenazada.

Acurrucarse bajo el obscuro manto
que nos sume de innombrable espanto,
alzar copas en fiestas y jolgorios
que no borran los desfiles mortuorios.

Mauricio González Velásquez es un cantor de la libertad y un acérrimo defensor de los derechos individuales.

Lic. Miguel Fajardo Korea, Premio Nacional de Promoción y Difusión Cultural de Costa Rica


4 comentarios:

  1. felicitaciones por este trabajo tan importante para las letras y la cultura latinoamericana y del mundo.

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  2. Felicidades Mauricio. ¡Qué gran labor! Las palabras son poderosas, yo creo en ellas como compañeras de lucha. Un placer conocer tu qué hacer literario y social.

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    1. Me alegro de tu descubrimiento, espero que lo disfrutes. Un saludo.

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