Se besaron desnudos, tímidamente, contra el refrigerador. Él se lanzó a introducir, con torpeza, sus senos en el sujetador. Ella le respondió subiéndole los calcetines hasta la rodilla y abrochando el botón de sus pantalones con nerviosismo, mientras que ataba, uno por uno, todos los botones de su blusa. Después, de un tirón, subió la cremallera de su falda. Totalmente entregada al delirio, le incrustó, salvajemente, el jersey, el abrigo y una bufanda de cachemira. Él la asió por las nalgas y a mordiscos, le introdujo las botas. Al abrir el paraguas, ella alcanzó el éxtasis. Él se desplomó al meter, dedo a dedo, las manos en los guantes.
Susana Barragués en la revista Mombaça, nº IV (Salamanca, 2007).
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Que grato nerviosismo que te lleva a lo sublime, que se precipita por los minutos robados al destino y nos deja esponjados el resto del día, de los días.
ResponderEliminarBesos.
Además, Ada, este poema introduce una vuelta de tuerca muy interesante. Está sacado de un especial de pornografía y erotismo.
ResponderEliminarMientras que la mayoría de los poetas hombres optaron por lo pornográfico agresivo, las mujeres, pudorosas, optaron por lo erótico meloso. Lo típicos tópicos de siempre.
En cambio, Susana Barragués fue más allá y se rió de todos y todas, dando una vuelta de tuerca, convirtiendo en pornográfico lo que no lo es (la ropa y complementos) y llegando al momento álgido, el orgasmo, en lo que, normalmente, es el principio.
Muy original.