Es el eterno vértigo al contemplar el mar:
El flujo vuelca el reflujo, y trae con el agua
La invasión de un viento sazonado con salvajina y algas
Nunca declaradas al control cotidiano del sol;
¡Como el fuerte olor de los frutos silvestres que sonsacan
Desde sus ramas para embriagar al viajero
Devorado por la sed!
Delante de ti y por todas partes descuartizado,
Respira el mar muy quedo por todas sus fosas;
Y es el nacimiento de un inmenso deseo
De hundirse en los oscuros remolinos
De un mundo que te desea sin cesar.
La noche te rodea como el mar que te fascina;
Y la muerte a los ojos sube con la espuma.
Pero la lámpara de un pescador que atraca a lo lejos,
Quiebra el llamado del mar; ¡se estremece el hombre!
El cielo ya no está abovedado por las estrellas;
Se desintegra la piedra que cerraba el alba,
Y brota el fuego para una nueva invitación
A la esperanza.
Jean-Baptiste Tati Loutard en Poémes de la mer (1968), incluido en Diwan africano. Poetas de expresión francesa (Editorial Arte y literatura, La Habana, 1988, selec. y trad. de Rogelio Martínez Furé).

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