lo que lo hace tan lento.
Menea la cabeza
para hablar
como una vaca
para pacer.
Plégase al hábito
de rascar con los pies
por debajo,
como un gusano medidor:
antepasados suyos
doblados sobre libros
trazaron cortas rectas
bajo dobles hileras de números
para guardar sus escasos ahorros
de filtrarse al suelo.
Si le lanzáis a quemarropa
una pregunta
parpadeará dos a tres veces
y revolverá la cabeza
como un búho
a los alfilerazos
del alba que no ve.
Hay poquísima carne
sobre sus huesos.
No hay entusiasmo
en sus zancadas:
parece que esperara
el golpe sobre el anca
para avanzar
otro paso adelante;
paso adelante, ¿a qué?
Nunca una tierra,
ni casa,
ni pajar,
ha poseído;
siéntase incómodo
en sillas
en que lo invitáis a hacerlo:
si lo hicierais,
conservaría el sombrero en la mano
en acecho del momento
en que una pausa de silencio
que atento atisba
con la oreja ladeada
lo convide a seguir su camino;
su camino ¿adónde?
No importa nada.
Ha aprendido
a encogerse de hombros
y así se encogerá de hombros ahora:
los gusanos lo hacen
cuando alguien los detiene con un palo
¿Que hay un cielo encima?
¿Una esperanza que pide vuelo?
Tal vez los pájaros lo sepan,
pero los pájaros
de pájaros descienden.
Alfred Kreymborg, incluido en Antología de la poesía norteamericana (Fundación editorial El perro y la rana, Venezuela, 2007, selec. de Ernesto Cardenal, trad. de José Coronel Urtecho y Ernesto Cardenal).
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