los mangos, los mameyes,
enseñando un rubí
de pulpa azucarada...
tantos sabores nuevos,
tanto color, trallazo
que nos hiere los ojos.
Y venimos de un largo
peregrinar sin risas
entre adustos rimeros
de ceños imborrables.
Pocas manos se atreven
a tocar el secreto
de la fruta ofrecida.
Pero todo está allí
para nosotros solos
y hay un niño que al fin
se acerca a la pirámide
dorada de los plátanos.
-Un hambre vergonzosa
huye hacia el mar vencida
por un mundo que empieza.
Ernestina de Champourcin en Primer exilio (1978) (Centro Cultural de la Generación del 27, Málaga 1997).
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