pero siempre me gusta vivir: ya lo decía.
Casi toqué la parte de mi todo y me contuve
con un tiro en la lengua detrás de mi palabra.
Hoy me palpo el mentón en retirada
y en estos momentáneos pantalones yo me digo:
¡Tánta vida y jamás!
¡Tántos años y siempre mis semanas!...
Mis padres enterrados con su piedra
y su triste estirón que no ha acabado;
de cuerpo entero hermanos, mis hermanos,
y, en fin, mi sér parado y en chaleco.
Me gusta la vida enormemente
pero, desde luego,
con mi muerte querida y mi café
y viendo los castaños frondosos de París
y diciendo:
Es un ojo éste, aquél; una frente ésta, aquélla... Y repitiendo:
¡Tánta vida y jamás me falla la tonada!
¡Tántos años y siempre, siempre, siempre!
Dije chaleco, dije
todo, parte, ansia, dije casi, por no llorar.
Que es verdad que sufrí en aquel hospital que queda al lado
y está bien y está mal haber mirado
de abajo para arriba mi organismo.
Me gustará vivir siempre, así fuese de barriga,
porque, como iba diciendo y lo repito,
¡tánta vida y jamás! ¡Y tántos años,
y siempre, mucho siempre, siempre siempre!
César Vallejo en Poemas humanos (1939), incluido en Obra poética completa (Alianza Editorial, Madrid, 1994, ed. Américo Ferrari).
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Gracias por este breve poema, de palabras aparentemente fáciles, pero tan difícil de habitar como la vida misma. A esa vida que canta, a pesar de sentir cómo el tiempo sucesivo es nuestra única pertencia; y lo es todo; y es un instante; y es finalmente nada... De nuevo las gracias y la enhorabuena por tu espacio. Un cordial saludo desde Sevilla.
ResponderEliminarUn magnífico poema sin duda. césar Vallejo, un poeta culto, pero al que no hace falta entender para que te deje tocado el alma..
ResponderEliminarUn abrazo.
Estimados amigos Mercurio y Francisco:
ResponderEliminarMísero existir el del vate andino. Aquí existió un gran artista: poeta, pintor, escultor, escritor... se llamaba Max Jiménez Huete (murió, casualmente, de la misma edad que el poeta peruano). Su familia era archimillonaria en aquellos tiempos, cultivadores de grandes extensiones de café en la Meseta Central del país. Pues bien, este genio de Max hizo migas con el otro genio, César. Viendo el primero la precaria existencia que llevaba Vallejo, le cedió por varios años su apartamento en la Ciudad Luz. Esta magnífica pieza tenía un techo de vidrio diáfano. Cuentan que cuando Max retomó su inmueble no se podía apreciar siquiera la luz del sol. Gran poeta César Vallejo, pero muy cochinote (igual me hubiera pasado: los hombres, en su mayoría, no somos muy afectos a los oficios domésticos ni al orden en este sentido).
Abrazos,
Frank.
c
Vaya, vaya: casas y poetas: justo acabo de ver un programa en la 2 de TVE, sobre Neruda y sus casas... Un saludo a los dos.
ResponderEliminarHombre, jajajaja, pero lo interesante de Vallejo es su poesía, no si limpiaba o no, jajajajaja.
ResponderEliminarYo en cambio tengo mi casa muy limpia, y soy hombre (creo, a ver, sí, soy hombre).
Poeta estimado:
ResponderEliminarGracias Mercurio.
Chico tocayo: eso relatado por mí es meramente anecdótico sin ningún afán de establecer absolutos: lógico: sabemos de antemano que una cosa no lleva a la otra, pues la calidad de un artista o escritor no se mide por sus cosas personales, menos por si es cochino o pulcro, borracho o abstemio... Sin embargo, admiro a la gente ordenada y pulcra con su entorno (en mi caso solo soy cuidadoso con mi cuerpo y en la correcta preparación de la comida, el resto me importa un pito ni me quita la paz).
Abrazos,
Frank.