No te duermas, Señor,
y cuídanos la barca.
La barca Tuya y nuestra.
Mira que va cargada
de los que Tú llamaste
y si ha levado anclas
es porque prometiste,
un día, gobernarla.
Hemos echado redes
en alta mar y en aguas
tan lejos de la costa
que si alguno naufraga
ya no podrá volver...
¡Redes de amor lanzadas
fiando solamente
en Ti y en tu palabra!
No te duermas, Señor,
y cuídanos la barca.
¡Haz que no falte nadie
si regresa a la playa!
Ernestina de Champourcin en Cartas cerradas (1968) (Centro Cultural de la Generación del 27, Málaga, 1997).
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