Era de noche;
era de noche,
amor,
y las hojas secas
eran de noche.
Junto al ciprés,
un lucero
-amor,sí,
que yo lo vi-,
¡tan alto,
como el negror
del silencio!
Amor, sí,
que era de noche.
Era de noche
y sentí
que la muerte me llamaba
-amor, sí,
que era de noche-,
y las hojas secas,
eran de noche.
De noche
y te abandoné,
amor, sí;
porque yo vi
que era de noche
y la muerte me llamaba.
Era de noche
y las hojas secas
eran de noche.
¡Ay, qué solo me quedé amor,
cuando te perdí:
que era de noche!
¡Qué solo, amor,
cuando vi
que era de noche,
y las hojas secas
eran de noche!
Y que dolor
que sentí
-amor, sí,
que era de noche-:
¡qué solo!...
Que era de noche
aquel frío,
amor, ¡sí!...
¡Qué solo!
Emilio Prados en Jardín cerrado (Ediciones Cátedra, Madrid, 2000).
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