Para Haydén Carruth
En fin, si no viste al perro de seis patas
no importa.
Nosotros sí, y apenas se movía.
Lo de sus patas es lo de menos.
Uno se acostumbra enseguida
y acaba por pensar en otras cosas.
Como por ejemplo: qué frío hace,
o vaya noche para pasear por la feria.
En todo caso, el dueño arrojó un palo
y el perro salió corriendo tras él.
Dos de sus patas colgaban en el aire
y al verlas una chica rompió a reír.
Estaba borracha, al igual que el hombre
que insistía en besarle el cuello.
El perro tomó el palo y nos miró.
Y ahí se acabó la actuación.
Charles Simic en Desmontando el silencio (Ayuntamiento de Lucena, Córdoba, 2004, trad. de Jordi Doce).
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La lírica de lo estrafalario...con un regusto muy ácido.
ResponderEliminarÁcido. A mí en cambio me produjo desolación. Es uno de mis autores favoritos.
ResponderEliminarTienes raz´çon desolado es la palabra, que no ácido.
ResponderEliminarEs buenissssssímo. Me encanta, esa ironía desolada de la vida cotidiana.
ResponderEliminarUn abrazo.
Así me gusta, aunando voluntades.
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