El coche en sombra bajo el tendejón
y flecos de maleza parda junto a las ruedas.
El sol de mediodía percute en el asfalto
y siembra el arenal de transparencias.
Dos muros desdentados,
una señal de tráfico,
restos de chapa y neumáticos rotos
son cuanto evoca
el tiempo de los hombres, su transcurso.
La botella de agua y tus gafas veladas.
Estar de paso es de repente
este paisaje alucinado,
esta incredulidad de diez minutos
que es otro modo de distancia
y convierte la vida en memoria precoz.
Dejas caer el agua por tu frente
y el pelo se te encrespa, más oscuro.
Has vuelto a abrir los ojos
y una sonrisa rompe el maleficio,
este breve paréntesis de insidia
que tiembla con el aire.
La mueca de tu alivio es una calma
y sé reconocer tu contundencia.
Veloz hacia un destino
que nos llama sin conocernos,
el coche arranca y deja surcos en el arcén.
Queda sólo esta luz,
la aguja fiel de agosto
que horada cuanto toca,
más allá de nosotros.
Jordi Doce, incluido en Paralelo sur (nº 5, junio de 2007, Barcelona).
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Pues querian hacer un "Las Vegas" en este increible paraje...
ResponderEliminarQuerían y quieren, y lo van a hacer.
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