En Rochecoart
Donde las colinas se separan
en tres lados
Y tres valles, llenos de quebrados caminos,
Se bifurcan hacia el norte y el sur,
Hay un sitio de árboles ... grises de líquenes.
Yo he caminado allí
pensando en viejos días.
En Chalais
hay una parra tupida
Antiguos pensionistas y viejas protegidas
Tienen allí el derecho -
es caridad.
Me he encaramado sobre viejas vigas
asomándome hacia abajo
Sobre el Dronne,
sobre una corriente llena de lirios.
Hacia el este está la carretera,
Aubeterre está hacia el este,
Con un viejo gárrulo en la fonda.
Conozco los caminos de ese lugar:
Mareuil hacia el noroeste,
La Tour,
Hay tres torreones junto a Mareuil,
Y una anciana
feliz de oír a Arnaut,
Feliz de prestar un traje seco.
Yo he caminado
en Perigord,
He visto las llamas de las antorchas, saltando alto,
Pintando el frontis de aquella iglesia;
He oído, en la oscuridad, risas arremolinadas.
Me he volteado a mirar sobre el torrente
y visto la elevada construcción,
Visto los largos minaretes, las blancas agujas.
He andado en Ribeyrac
y en Sarlat,
He subido temblorosas escaleras, he oído hablar de Croy,
He andado en el viejo escenario de En Bertrans,
He visto Narbonne, y Cahors y Chalus,
He visto Excideuil, esmeradamente elaborado.
Y he dicho:
"Aquí tal caminaba.
Aquí Corazón-de-León fue asesinado.
Aquí hubo buen cantar.
Aquí un hombre aligeró su paso.
Aquí uno yació jadeante."
He mirado al sur desde Hautefort,
pensando en Montaignac, al sur.
Me he acostado en Rocafixada,
al nivel de la puesta del sol,
He visto al cobre descender
tiñendo las montañas,
He visto los campos, pálidos, claros como una esmeralda,
Agudos picos, altos espolones, castillos lejanos.
Me he dicho: "Los antiguos caminos aquí han sido.
Los hombres han ido por tales y cuales valles
Adonde las salas señoriales quedaban más cercanas."
Yo he visto Foix en su roca, visto Toulouse, y
Arles grandemente cambiada,
He visto la ruinosa "Dorata".
He dicho:
"¡Riquier! Guido."
He pensado en la segunda Troya,
Un lugarcito de poco precio en Auvergnat:
Dos hombres tirando una moneda, uno quedándose con un castillo;
El otro echándose al camino a cantar.
Cantaba a una mujer.
La Auvergne se irguió con el canto;
el Delfín lo respaldó.
"¡El castillo a Austors!."
Pieire siguió cantando-
"Un hombre honesto y agradable."
Ganó a la dama
Se la robó para él, la conservó contra fuerzas armadas:
Así acaba esa historia.
Ese tiempo ha pasado;
Pieire de Maensac ha pasado.
He caminado por estos caminos.
He pensado en ellos vivos.
Ezra Pound, incluido en Antología (Visor Libros, Madrid, 1983).
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Parece una leyenda hecha poema, como si fuera un romance.
ResponderEliminarBesos
Tiene algo de épico el poema, sí.
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