¡Cuán seria es la guerra!
Activa y hábil, desde la primera luz de la mañana
envía ambulancias a todos los sitios
agitando en el aire los cadáveres,
desliza camillas entre los heridos,
hace llorar a madres e hijos,
saca de la tierra tantas cosas,
rígidas y brillantes,
genera en los niños más preguntas,
divierte a los dioses con la artillería de los misiles,
siembra minas en los campos,
cosecha fosas y humo,
hace emigrar familias enteras,
da apoyo a los sacerdotes que maldicen al diablo
mientras su mano arde de dolor.
La guerra sigue trabajando día y noche
inspirando en los tiranos largos discursos,
ofreciendo medallas a los generales,
dando temas a los poetas,
colaborando en la fabricación de miembros postizos,
acrecentando la comida de las moscas,
agregando páginas a la historia,
igualando el asesino y el asesinado,
enseñando a escribir cartas a los enamorados,
entrenando a las muchachas en la espera,
ocupando con noticias y fotos los periódicos,
construyendo más orfanatos,
fabricando más ataúdes,
felicitando la prontitud de los sepultureros,
dibujando sonrisas en los rostros del líder.
La guerra trabaja incansable
pero nadie la elogia
para ella no hay
una sola palabra.
Dunya Mikhail en Arquitrave (nº 36, abril de 2008, Bogotá).
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