Sumergidos en ellos
fácilmente solemos encontrarlos.
Place pisar primero sus caminos,
no dejando palabra,
ni mirada, ni gesto,
ni sueño, ni esperanza,
por recorrer en ellos, nuestros hijos,
y, oh dichoso momento, al fin me place
reconocerte allí, en la jubilosa
sinceridad del niño que nos mira.
Porque de ellos hicimos
algo más que una huella
de nuestra sombra,
algo más que otro ser,
porque en ellos grabamos para siempre
la derrota del yo frente al nosotros
por la que tanto en el amor luchamos.
José María Portugués Hernando en Viento de Dios (Barceloba, 2004).
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Los hijos dan un poco de sentido a este sinsentido que es la vida.
ResponderEliminarYa es casualidad que hayan coincidido dos poemas seguidos sobre hijos.
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