en que pensamos ser morir
lo que no es más que un exceso de vida.
Da cumplimiento de ello la memoria,
esa encharcada lumbre
con la que hierve el tiempo
los huesos que le damos en tributo.
Fueron muchas las tardes que aspiraron
a un oscuro definitivo.
Y mentían,
pues no mata la muerte;
mata vivir: es eso tránsito:
la pretensión de golondrinas
perpetuas para las edades
más frías de la patria;
la sangraza excedente que esmalta mi camino,
el sable que sostengo tembloroso
en la viril trinchera de la entraña;
el reclutado llanto de varón
o el curtido cuajo de insectos
con que buscándote Te miro.
Ahora que nos vamos convirtiendo en humo verde,
desconozco todas aquellas tarde
en que pensamos ser morir
lo que tan sólo era violento
crepúsculo en exilio
llegado a herirnos en la frente
con los caballos de un peor destino.
Pero se sabe tarde,
cuando ya todo es guerra
y desfilar por las cornisas del infierno
ocupación tan torpe como hermosa.
Da parte en ese instante de nosotros
un sumidero desquiciado
por dónde nos venimos,
nos vamos,
nos venimos
en militar escala de azucenas.
Antonio Praena Segura en Humo verde (Amarú Ediciones, Salamanca, 2003).
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