Solo Darío, Darío únicamente,
renueva las latinas glorias ecuménicas
como nunca la espada: ¡sólo él es augusto!
Y no es el germano saqueador de Roma
sino Darío el rey en cuyo imperio
nunca se pone el sol. ¡Qué carabelas
de qué mástiles altos y velajes albos
y popas elevadas, de prodigio,
las que capitanea en océanos de encanto;
qué mundos nuevos de minas de diamante
y selvas de milagro nos descubre;
qué países conquista de hombres de oro
y mujeres de perla y esmeralda,
donde el Amor es ley, la libertad el aire
que se respira, la Música el idioma!
¡Cómo el dolor de América se trueca
en maravilla de esperanza, en gozo
de soñador; y en inviolable virgen
la prostituida tierra americana!
La dejó a medio hacer, estaba haciéndola,
como un mejor Hefesto, una mejor Pandora,
cuando murió; apenas comenzaba;
¡dan ganas de llorar!
Yo lo recuerdo, presa de terrores,
sumido en el dolor y en la penuria,
con el color terroso de panal destruido,
con la mirada de águila, extraviada,
con la sonrisa en boca adolorida,
con no sé qué, animal o primitivo,
que buscaba rincón donde morirse,
escondido, de espaldas a la Muerte.
El invierno era crudo, el cuarto frío.
Como en el cuento de Edgar Poe, un negro
magro y macabro le bailaba danzas
grotescas, de esqueletos,
desconyuntadas,
le cantaba lamentos sincopados,
con la bocaza abierta roja y blanca.
Los rascacielos (nuevos!) levantaban brazos
de imploración y de tortura antiguas.
El río iba de luto, iba de llanto,
iba de miedo, a dar a la bahía.
¡frustrado al darse al mar, como Darío!
Cuando volvió a León llegó arrastrando
el ultrajado lustre del plumaje
y la abatida excelsitud del alma,
informes ya la voz y el pensamiento
(¡válidos para la queja sólo de la carne!)
sin resistencia el arco y sin tensión la lira.
Orfeo redivivo, destrozábanle
las delicadas vísceras con zarcillos crueles
(desde su juventud fueron salvajes vides
las que le dieron vino!) las basárides
furiosas contra Apolo.
Le devolvió la majestad la Muerte,
¡pero cómo fue larga su agonía!
Salomón de la Selva en Poesía contemporánea de Centroamérica (Los libros de la frontera, Barcelona, 1983, selec. de Roberto Armijo y Rigoberto Paredes).
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