Ningún plasma revelará su secreto de nido de escorpión, y cuando yo pienso, hay criaturas condenadas a morir. Sin embargo nadie puede pedirle a un hombre que vele la luz de sus dientes.
¿Quién osará detener la ola en mitad de su viaje entre dos océanos, oh Adán, de fuego y estearina?
La voz del misterio obsesiona más que la canción del viejo fonógrafo en la lejana factoría.
No habrá paz para los destructores de mitos.
Tampoco la habrá para los que sellan alianza con la tristeza
y temen indagar porque lo castiga una ley de magistrados y ciegas balanzas.
Es necesario que la duración alcance a comprender el estrago de la rosa,
la sabiduría del primer incesto,
el radiante hervor de un tallo podrido,
la idea fija,
el verdor de la gangrena,
y el gran recinto donde mora el cromosoma y la disolución.
¡Cuántas vidas consagradas a explicarse una única muerte!
En el cuero del nonato,
bajo el orín de la piedra
y aun en la piel del esclavo,
está escrita la infinita cronología:
conmemoraciones del bautismo,
efemérides de la nada...
Anécdotas de espadas, de síncopes, de balas, de tumores, de elefantiasis;
historias de decapitados,
de héroes y de canallas.
Se puede matar o morir con la rapidez de un cortocircuito;
y no hay más gracia para el hombre que la violencia de sus deseos.
Pocos lo saben y sin embargo todos quieren ser los últimos en ocupar el lecho de la ramera
para gozar sus caricias de vendedora de collares en las ferias
hasta que el sol les cierre los ojos sobre el vientre.
(Un hombre sobre un vientre es inmortal).
Y muchos desearían ser los primeros en saber por qué una bala en el corazón nivela el poder de todos los dioses.
Mas un gran miedo de foros y de catástrofes les obliga a repetir las letras del alfabeto,
la suma de los números nones,
los días del año,
las maneras innombrables,
el precio de la sal y del reino de los cielos,
y la cruel desolación de la cifra par en un mismo lecho.
(Hay quienes matan el fervor con la destreza con que un niño sacrifica a un pájaro).
Carlos Latorre, incluido en Poesía surrealista en español (Éditions de la Sirène, París, 2002, ed. de Ángel Pariente).
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