No perder la sensación de las montañas
mientras aún se retienen las praderas
es una cosa difícil. Lo hermoso
es cuanto haga correr la adrenalina;
por ello incluyo el terror y el miedo entre
la mayor belleza. La mayor
belleza es estar vivo, sin olvidar nada,
aunque el recuerdo duele
como un acto absurdo, es un acto absurdo.
Belleza es cuanto
haga correr la adrenalina. El miedo
en las montañas de noche no es
tenue, no es el frío
lo que me hace estremecerme, hombre civilizado,
blanco, recuerdo
las historias de los indios,
Sis-i-utl, la serpiente de dos cabezas.
Belleza es lo que
haga correr la adrenalina. Miedo de noche
sobre las uniformes llanuras, sin ningún horizonte
y las estrellas demasiado brillantes, el viento
cortante incluso en junio, en invierno
la nieve cruda y ventosa,
es lo que me hace
estremecerme, no sólo el viento frío.
Y una belleza cancela la otra. Las llanuras
parecen seguras y acogedoras
en Crow’s Nest Pass; en Saskatchewan
las montañas son reconfortantes si se
piensa en ellas; entre
las colinas que disminuyen hacia el este
tanto las tierras llanas como la sierra
parecen fáciles de soportar.
Como una belleza
cancela la otra, el recuerdo
es un acto absurdo, una serpiente de dos cabezas
atacando en ambas direcciones, mas yo
recuerdo llanuras y montañas, lugares
de los que vengo, lugares a los que me uno y en que vivo.
John Newlove, incluido en Antología de la poesía anglocanadiense contemporánea (Los libros de la frontera, Barcelona, 1985, selec. y trad. de Bernd Dietz).
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