Dejad, cansados ojos,
el justo llanto que os convierte en fuentes,
detened los enojos
y enjugad vuestras líquidas corrientes,
que al mal que oprime el pecho
el alma y corazón le viene estrecho.
En tan terrible pena,
ni hallo descanso, gusto ni alegría;
de todo estoy ajena,
y solo tengo la desdicha mía
por alivio y consuelo,
que de todo lo más me priva el cielo.
Quitóme en breves días,
airado y riguroso, un bien amado,
a las fortunas mías
añadiendo este golpe desdichado.
¡Oh, suerte fiera y dura!
¡Llorad, ojos, llorad mi desventura!
Contenta el alma estaba
en sus trabajos, penas y dolores
con el bien que gozaba;
mas la Parca cruel, con mil rigores,
fiera y embravecida,
cortó el hilo al estambre de su vida.
Musa, detente un poco,
que si de tantos males hago suma
y en el presente toco,
no es suficiente mi grosera pluma,
que pues estoy penando,
cuanto puedo decir digo callando.
Leonor de la Cueva y Silva, incluido en Las primeras poetisas en lengua castellana (Ediciones Siruela, Madrid, 2016, ed. de Clara Janés).
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