Hay cada mañana una mujer María
que se sienta al borde del abismo de su cama,
mira hacia abajo antes de saltar,
duda sin remedio de si irá al trabajo
Hay cada tarde un hombre Manuel
que se sienta cansado en un banco del gimnasio,
mira su contorno que no cede,
piensa en sacar mañana todo su dinero e irse
Hay también cada mañana un joven Raúl
que coge sus libros para ir al instituto,
mira con ojos dormidos el desorden de su mesa,
encuentra la música que le gustaría quedarse a escuchar
Hay cada atardecer una abuela Cipriana
que abandona con paso cansado el cementerio,
mira con envidia la tumba del marido,
siente que pronto se liberará de su pesado cuerpo
Francisco Cenamor en Asamblea de palabras (Ediciones Vitruvio, Madrid, 2007).
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