jueves, 13 de abril de 2023

Poema del día: "Canción amorosa", de Cristobalina Fernández de Alarcón (España, 1576-1646)

Cansados ojos míos,
ayudadme a llorar el mal que siento;
hechos corrientes ríos,
daréis algún alivio a mi tormento,
y al triste pensamiento
que tanto me atormenta,
anegaréis con vuestra gran tormenta.

Llora el perdido gusto
que ya tuvo otro tiempo el alma mía,
y el eterno disgusto
en que vive muriendo noche y día;
que estando mi alegría
de vosotros ausente,
es justo que lloréis eternamente.

¡Que viva yo, Fernando,
por quien tanto de amarme se desdeña!
¡Que cuando estoy llorando
haga tierna señal la dura peña,
y que a su zahareña
condición no la mueven
las tiernas lluvias que mis ojos llueven!

¡Sombras que en noche oscura
habitáis de la tierra el hondo centro,
decidme, ¿por ventura
iguala con mi mal el de allá dentro?
Mas ¡ay! que nunca encuentro
ni aun en el mismo infierno
tormento igual a mi tormento eterno.

¿Cuándo tendrá, alma mía,
la tenebrosa noche de tu ausencia
fin, y en dichoso día
saldrá el alegre sol de tu presencia?
Mas ¿quién tendrá paciencia?
que es la esperanza amarga
cuando el mal es prolijo y ella es larga.

¡Oh, tú, sagrado Apolo,
que del alegre Oriente al triste ocaso
el uno y otro polo
del cielo vas midiendo paso a paso!,
¿has descubierto acaso
desde tu sacra cumbre
el hemisferio a quien mi sol da lumbre?

Dirásle, si lo esconde
en sus dichosas faldas el aurora,
lo mal que corresponde
a aquesta alma cautiva que le adora,
y cómo siempre mora
dentro del pecho mío,
tan abrasado cuanto el frío es frío.

Infierno de mis penas,
fiero verdugo de mis tiernos años,
que con fuertes cadenas
tienes el alma presa en tus engaños,
donde los desengaños,
aunque se ven tan ciertos,
cuando llegan al alma llegan muertos.

Yo viviré sin verte
penando, si tú gustas que así viva,
o me daré la muerte,
si muerte pide tu crueldad esquiva;
bien puedes esa altiva
frente ceñir de gloria,
que amor te ofrece cierta la victoria.

Tuyos son mis despojos,
adorna las paredes de tu templo,
que tus divinos ojos
vencedores del mundo los contemplo;
ellos serán ejemplo
de ingratitud interna,
como los míos de firmeza eterna.

¡Ay, ojos! ¡quién os viera!
que no hubiera pasión tan inhumana
que no se suspendiera
con vista tan divina y soberana.
Quedara tan ufana,
que el pensamiento mío
cobrara nuevas fuerzas, nuevo brío.

Si amor, que me transforma,
quitándome el pesado y triste velo,
me diera nueva forma,
volara, cual espíritu, a mi cielo,
y no abatiera el vuelo,
que yo rompiera entonces
de cualquier imposible duros bronces.

No estuviera seguro
el monte más excelso y levantado,
ni el más soberbio muro
de ser por mis ardides escalado,
y a despecho del hado
descendiera, por verte
al reino oscuro de la oscura muerte.

Mil veces me imagino
gozando tu presencia en dulce gloria,
y con gozo divino
renueva el alma su pasada historia;
que con esta memoria
se engaña el pensamiento
y en parte se supende el mal que siento.

Mas como luego veo
que es falsa imagen que cual sombra huye,
auméntase el deseo,
y ansias mortales en mi pecho influye
con que el vivir destruye;
que amor en mil maneras
me da burlando el bien, y el mal de veras.

Canción, de aquí no pases;
cese tu triste canto
que se deshace el alma en triste llanto.

Cristobalina Fernández de Alarcón, incluido en Las primeras poetisas en lengua castellana  (Ediciones Siruela, Madrid, 2016, ed. de Clara Janés).

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