Hace mucho tiempo
era yo una niña en un extraño país:
una irlandesa en Inglaterra.
Allí aprendí
un segundo idioma
que me resultó útil:
la lengua franca de una tierra perdida.
Un dialecto en el que todavía se podía
encontrar lo que nunca había sido:
ese horizonte infinito. Siempre lejos
e imposible. Esa pasión contraria
por estar íntegro.
Eso es lo que es el lenguaje:
un dolor habitable. Un giro de discurso
para la abrasión ordinaria y cotidiana
de pérdidas como esta:
que duele lo suficiente
como para dejar una cicatriz.
Y sana lo suficiente para ser una nación.
Eavan Boland en The lost land (1998), incluido en Buenos Aires Poetry (Argentina, 1 de enero de 2022, trad. de Juan Arabia).
¡Cuánto hay todavía por aprender! Eavan Boland, puede ser un estupendo inicio para conocer la poesía irlandesa...o argentina...
ResponderEliminarO de cualquier parte del mundo. Y que manera tan poética de afrontar un asunto social sin caer en el panfleto.
Eliminar