Cobarde
el joven que vive allá
junto a la era-donde-trillan-arroz;
como dos pies de bananeros
de un lado y otro del foso de la aldea,
nos miramos;
somos amantes,
pero él no quiere desposarme.
Celosa
su concubina que divisé anteayer en el lavadero
descendiendo la vereda contra el viento.
Orgullosa estaba;
¿acaso porque llevaba un lamba grueso
e iba ataviada de corales,
o porque son recientes cónyuges?
No es sin embargo la borrasca
la que vencerá a la frágil caña,
ni el aguacero efímero
al paso de una nube
el que sorprenderá demasiado
al buey azul.
Asombrada estoy;
el gran peñasco estéril
desafió la lluvia diluviana
y en el hogar es donde crepitan
los malos granos de maíz.
Cual ese fumador renombrado
que tomó tabaco
cuando no tuvo más cáñamo que quemar.
¿Pie de cáñamo?
-Germina en el Andringitra,
se hace polvo en el Ankaratra,
sólo es cenizas entre nosotros.
Pérfida lisonja
un poco estimula el amor,
pero cuchillo de dos filos;
¿Por qué cambiar lo que es natural?
-Si estáis triste por mí,
miraos en el agua del arrepentimiento,
allí descifraréis una palabra que dejé.
Adiós, girino perplejo.
Os doy la bendición:
luchad contra el caimán,
he aquí vituallas y tres flores de nenúfar
porque largo es el camino.
Flavien Ranaivo en L'ombre et le vent (1947), incluido en Diwan africano. Poetas de expresión francesa (Editorial Arte y literatura, La Habana, 1988, selec. y trad. de Rogelio Martínez Furé).
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