No me recrimine señor que ayude a esta persona
inestable en la puerta del tren: es una persona.
Usted para ayudar, desinteresadamente, claro,
tal vez necesite saber que el individuo tiene papeles
y es aseado y está sano y no tiene manchas en la piel
y para entenderse con él que hable su idioma
y que lleve encima la declaración de antecedentes
y sea blanco y rubio y se mantenga en su peso
y no fume ni beba y por supuesto no tome drogas
y también que sea vecino o al menos
que lo haya visto alguna vez en televisión
Pero párese a pensar, reflexione,
de esta manera no podría ayudarse
ni a sí mismo; deje sus escrúpulos
para los políticos y ayúdeme a levantarle
Francisco Cenamor en Ángeles sin cielo (Ediciones Vitruvio, Madrid, 2003).
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