Hay mañanas en las que levantarse de la cama es un suicidio.
Yo he tenido un patio de armas dentro del cuarto de baño.
Abandoné muy pronto los peines y cambié los cepillos
por cuchillas que me acariciaban el estómago.
Nadie sabe que yo he amado mi cadáver con devoción.
Aquellas tardes de castigo me vuelven a la cabeza
con un fuerte olor a pintura.
El cuerpo anunciaba las carencias de la carne
y teñía mis ojeras con misticismo teresiano.
El bolígrafo describía la órbita espacial
sobre un campo de venas azules.
Nunca el desprecio fue mejor aliado del arte de amar.
Cuando el silencio es luz blanca,
la boca que besa es la boca que devora.
El tiempo deja de ser contención de latidos y minutos,
porque da paso a la era de la muerte analgésica.
Dios tiene la extraña cualidad de hacerse desear,
alguna que otra noche que el cielo rompe en llamas.
Lucía Fraga, incluido en La voz y la escritura 2006. 80 nuevas propuestas poéticas desde los viernes de la Cacharrería (Ediciones Sial, Madrid, 2006).
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