Te amaba, y por eso tomé aquellas oleadas de hombres en mis manos
y escribí mi voluntad en el cielo con las estrellas
para ganarte la Libertad, la noble casa de siete pilares,
para que tus ojos pudieran brillar para mí
cuando llegara.
La muerte era mi sirviente en el camino, hasta que estuvimos cerca
y te vio
esperando, cuando sonreíste, y con lastimosa envidia se me adelantó
y te llevó aparte
a su quietud.
Así nuestra ganancia de amor fue tu cuerpo desechado, para sostenerlo
por un momento
antes de que la blanda mano de la tierra explorara tu rostro
y los ciegos gusanos transmutaran
tu desfalleciente substancia.
Los hombres me rogaron que erigiera mi obra, la casa inviolada,
en memoria de ti.
Mas para que fuera monumento apropiado la destrocé, inacabada, y ahora
los pequeños seres se deslizan para componerse guaridas
en la arruinada sombra
de tu regalo.
Thomas Edward Lawrence, incluido en Amores iguales. Antología de la poesía gay y lésbica. Panorama general (La Esfera de los libros, Madrid, 2002, selec. de Luis Antonio de Villena, trad. de Martín Rodríguez-Gaona).
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Excepcional, poema...
ResponderEliminarQuien lo diría, pero sí.
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