Ce n’était pas assez que de tant de mers,
ce n’était pas assez que tant des terres
eussent dispersé la course de nos ans.
De las corrientes
del mar venido, ido
a través de dientes y garras, oleaje,
costas, esos bosques de tembloroso aire-,
en pie está con arrugada piel
la alta llanura, morroñosa
con fisuras, precipicios –aquí
una nube es el tiempo,
grande, que asciende
al cielo y bebe aires puros,
respira
las lluvias de la luz.
Isla siempre, lo sabes,
más allá de las aguas, más allá
de la lejanía, allí naciste,
titubeante, allí naciste
en una época que era un ave
con plumas de innumerables
colores entre
ocre y rosa,
era un ave, lo sabes.
Pero tú llegaste ante la llanura,
fuiste montaña arriba,
tras los portadores, te pusiste
ante el sueño, ante la llanura
que despertó bajo blancos
párpados al canto de un verde
animal morador
de bosques en vuelo, que no conoce
sus alas.
Vive
allí, tus ojos atisban
el mar, una corriente,
blanca, aun cuando oscurece,
blanca, sin vehemencia, reposando
muy cerca del corazón,
hablando, tinieblas, de
voces las velas, sostenidas
por hombres vestidos de plumas,
de mechones rojos, al atardecer,
bajo el viento.
Johannes Bobrowski, incluido en Arquitrave (nº 66, enero-marzo de 2017, Colombia).
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