Si el verano es lluvioso y sombrío
si el cielo cubre el estanque con un párpado de nube
si la palma se desata en harapos
si los árboles son de orgullo y negros en el viento y la bruma
si el viento abate hacia la sabana un jirón de canto funeral
si la sombra se agacha alrededor del hogar extinguido
si un velamen de alas salvajes lleva a la isla hacia los naufragios
si el crepúsculo ahoga el vuelo desgarrado de un último pañuelo
y si el grito hiere al pájaro
tú partirás
abandonando tu aldea
su laguna y sus viñedos amargos
la huella de tus pasos en sus arenas
el reflejo de un sueño en el fondo de un pozo
y la vieja torre amarrada al recodo del camino
como un perro fiel a la traílla
que ladrara en la tarde
una llamada rota entre las hierbas…
Negro buhonero de la revuelta
conoces las rutas del mundo
desde que te fuiste de Guinea
una luz vacilante te convoca
una piragua lívida
encallada en el hollín de un cielo de suburbio
Chimeneas de fábricas
palmas decapitadas de humeante follaje
liberan una firma vehemente
La sirena abre sus compuertas
de la trituradora de las fundiciones mana un vino de odio
un oleaje de hombros lo decanta de los gritos
se vierte por las callejuelas
y fermenta silencioso
en los tugurios cubas de rebeldía
He aquí para tu voz un eco de carne y de sangre
negro mensajero de esperanza
porque conoces todos los cánticos del mundo
desde aquellos de las canteras inmemoriales del Nilo
sobre la pista caravanas de esclavos
alzan
Recuerdas de cada palabra el peso de las piedras de Egipto
y el impulso de tu miseria erigió las columnas de los templos
como un sollozo de savia el tallo de los juncos
Cortejo titubeante ebrio de espejismos
magros ramajes de sombras encadenadas de sol
brazos implorantes hacia nuestros dioses
Mandingas Arada Bambara Ibo
gimen un canto que estrangulaban los grilletes
(y cuando llegamos a la costa
Mandingas Bambara Ibo
cuando llegamos a la costa
Bambara Ibo
restaba de nosotros
Bambara Ibo
solo un puñado de granos esparcidos
en la mano del sembrador de muerte)
Ese mismo canto reanudado hoy en el Congo
¿Pero cuándo oh pueblo mío
si los inviernos en llamas dispersan una tormenta
de pájaros de ceniza
reconoceré la rebelión de tus manos?
Y que yo escuchaba en las Antillas
porque ese canto negra
quién te enseñó negra ese canto de inmensa pena
negra de las Islas negras de las plantaciones
ese lamento desolado
Como en la concha el soplo oprimido de los mares
Pero hoy yo sé también de un silencio
un silencio de veinticinco mil cadáveres negros
de veinticinco mil traviesas de Madera de ébano
Sobre los rieles del Congo-Océano
pero yo sé
de sudarios de silencio en las ramas de los cipreses
de pétalos de negros coágulos en los espinos
de ese bosque donde linchado fue mi hermano de Georgia
y pastor de Abisinia
Qué espanto te hizo pastor de Abisinia
esa máscara de silencio mineral
qué relente infame convirtió en rebaño de mármol a tus corderos
en las praderas de la muerte
No no existe canga ni bejuco para asfixiarlo
ni cárcel ni sepulcro para aprisionarlo
ni elocuencia para disfrazarlo con los abalorios de la mentira
el silencio
más desgarrador que un simún de azagayas
más rugiente que un ciclón de fieras
y que aúlla
se alza
calma
venganza y castigo
una pleamar de pus y de lava
sobre la felonía del mundo
y el tímpano del cielo destrozado bajo el puño
de la justicia
África he conservado tu memoria África
tú estás en mí
Como la esquirla en la herida
como un fetiche tutelar en el centro de la aldea
haz de mí la piedra de tu onda
de mi boca los labios de tu llaga
de mis rodillas las columnas quebradas de tu sumisión
Jacques Roumain, incluido en Altazor. Revista electrónica de literatura (1ª época, año 2, enero de 2021, Chile, versión de Aitana Alberti).
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