En el camino de Micenas, arbolado
de eucaliptos, puedes hallar queso
de oveja y vino resinoso. «Á la belle
Hélène de Ménélas», una hostería
que aparta el pensamiento de la sangre
es cubil de bandidos bajo el monte
Zara de piedra, no arañado
por raíces y a pico sobre barrancos
retorcidos. Los poetas hablan mucho
de ti, de la invención del delito
en tu morada de crisis,
del fúnebre furor de Electra,
que alimentó a lo largo de diez años
con el ojo del sexo al hermano lejano
para el matricidio, hablan los diabólicos
de la lógica de la reina,
la mujer del soldado ausente
Agamenón, memoria y espada traicionadas.
Y sólo tú te has perdido,
Orestes, tu rostro desapareció sin
máscara de oro. A los leones de la puerta,
a los esqueletos de escénica armonía,
alzados por los filólogos de las piedras,
mi saludo de griego siciliano.
Salvatore Quasimodo, incluido en Antología esencial de la poesía italiana (Editorial Espasa Calpe, Madrid, 1999, selec. de Luis Martínez de Merlo, trad. de Antonio Colinas).
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