Al palacio de las sombras va a volver la golondrina ciega,
En sus cortadas alas, para jugar con las transparentes.
La nocturna canción se canta en el desmayo.
No se oyen los pájaros. Las siemprevivas no florecen.
Son transparentes las crines de los caballos nocturnos.
En el río seco flota una barca vacía.
Entre los saltamontes la palabra se ha olvidado.
Y crece lentamente, como una carpa o un templo,
Se extiende de pronto, como Antígona demente,
O cae a los pies, cual golondrina muerta,
Con ternura estigia y una rama verde.
¡Oh, si fuera posible recobrar el pudor de los dedos videntes,
La cóncava alegría del reconocimiento!
¡Tengo tanto miedo a los llantos de las aónides,
A la bruma, al zumbido y al vacío!
Le es dado a los mortales reconocer y amar,
Para ellos el sonido se verterá en los dedos,
Mas olvidé lo que quería decir,
Y la idea incorpórea volverá al palacio de las sombras.
Pero la transparente repite aún lo otro,
Sigue la golondrina, Antígona, la amiga…
Y en los labios arde, como hielo negro,
El recuerdo del zumbido estigio.
Ósip Mandelshtam, incluido en Poesía acmeísta rusa (Visor Libros, Madrid, 2013, ed. de Diana Myers, trad. de Amaya Lacasa y Rafael Ruiz de la Cuesta).
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