Comencemos entonces con la historia de las botas de los soldados rasos
Estas botas son únicas en su género
Su forma es una parodia despreciativa de la armonía
Su olor repentino intimida a la tierra
Su mayor virtud es su arquitectura
Castillos hinchados jorobados y románicos
Geniales lugares para felices ahorcados
Personalmente lo que más valoro son las tapas y las tachuelas
Los nervios tristemente reglamentados y eternos
El propietario de tales nervios con precisión inequívoca
marcha sobre los cadáveres
Tengo que reconocer que es agradable para las duras suelas
esta blandura de la carne y del pelo
Son enormes torres donde se guarecen indefensos los pies
Sin brillo con cierta improvisación de ropa vieja
Una bota incluso cuando está enmohecida tiene algo de terquedad
Son iconos del camino
Es difícil imaginarse la vida sin las botas de los soldados rasos
Pero las botas de un general son imponentes
La historia las valora ésta izquierda por ejemplo
así supongo es de algún loco excepcional
tiene en sí algo de turista
no le son ajenas probablemente ni África ni Escandinava
ni Polonia
O ésta derecha esbelta benévola en la espera
una bota a veces es como un perro puede estar al servicio de cualquiera
Las botas de un general llevan también condecoraciones
lo cual es muy serio sobre todo en el Parlamento
y en diferentes actos oficiales
Es difícil simplemente imaginarse la vida sin unas botas ambiciosas
También existen las botas-monumentos las botas de Oswiqcim (*)
(*) Ciudad polaca en la que estuvo situado el campo de exterminio nazi Auschwitz-Birkenau.
Marian Grześczak, incluido en Poesía polaca contemporánea (Ediciones Rialp, Madrid, 1994, selec. y trad. de Fernando Presa González).
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