sábado, 8 de septiembre de 2018

Poema del día: "Hora absurda", de Fernando Pessoa (Portugal, 1888-1935)

                                                                                   4-7-1913

Tu silencio es una nao con todas las velas pandas…
Suaves, las brisas juegan en las flámulas, tu sonreír…
Y tu sonreír en tu silencio es la escalera y las andas
Con que me finjo más alto y al pie de cualquier paraíso…

Mi corazón es una ánfora que cae y que se parte…
Tu silencio lo recoge y lo guarda, roto, en un rincón…
Mi idea de tí es un cadáver que el mar trae a la playa…, y mientras tanto
Tú eres la tela irreal en que yerra mi arte el color…

Abre todas las puertas y que el viento barra la idea
Que tenemos de que un humo perfuma de ocio los salones…
Mi alma es una caverna henchida por la marea alta,
Y mi idea de soñarte una caravana de histriones…

Llueve oro mate, mas no afuera… En mí… Soy la Hora,
Y la Hora es de asombros y toda escombros de ella…
En mi atención hay una viuda pobre que nunca llora…
En mi cielo interior nunca hubo una única estrella…

Hoy pesa el cielo como la idea de nunca llegar a un puerto…
La lluvia menuda es vacía… La Hora sabe a haber sido…
¡No hay nada mejor como un lecho para las naos!… Absorto
En su alienarse de sí, tu mirar es una plaga sin sentido…

Todas mis horas están hechas de jaspe negro,
Mis ansias todas talladas en un mármol que no hay,
No es alegría ni dolor este dolor con que me alegro,
Y no es buena ni mala mi bondad a la inversa…

Los haces de los lictores se abrieron a la vera de los caminos…
Los pendones de las victorias medievales ni llegaron a las Cruzadas…
Pusieron infolios útiles entre las piedras de las barricadas…
Y la yerba creció en las vías férreas con fuerza dañina…

¡Ah, qué vieja, esta hora!… ¡Y todas las naos partieron!
En la playa sólo un cabo muerto y unos restos de velas hablan
De la Lejanía, de las horas del Sur, de donde nuestros sueños sacan
Aquella angustia de soñar más que hasta para sí callan…

El palacio está en ruinas… Duele ver en el parque el abandono
De la fuente sin surtidor… Nadie levanta la mirada del camino
Y siente saudades de sí ante aquel lugar-otoño…
Este paisaje es un manuscrito con la frase más bella cortada…

La loca rompió todos los candelabros glabros,
Ensució de humano el lago con cartas rasgadas, tantas…
Y mi alma es aquella luz que no habrá más en los candelabros…
¿Y qué quieren, mis ansias, del lago aciago, brisas fortuitas?…

¿Por qué me aflijo y enfermo?… Se acuestan desnudas al luar
Todas las ninfas… Llegó el sol y ya habían partido…
Tu silencio que me arrulla es la idea de naufragar,
Es la idea de tu voz al sonar la lira de un Apolo fingido…

Ya no hay colas de pavones todas ojos en el jardín de otrora…
Las mismas sombras están más tristes… Aún
Hay rastros de vestidos de ayas en el suelo, y aún llora
Un como eco de pasos por la alameda que aquí termina…

Todos los ocasos se fundieron en mi alma…
Toda la yerba de los prados fue fresco bajo mis pies fríos…
Se secó en tu mirar la idea de creerte en calma,
Y ver eso en ti es un puerto sin navíos…

Se alzaron a un tiempo todos los remos… Por el oro de las mieses
Pasó una saudade de no ser el mar… Frente
A mi trono de alienación hay gestos con piedras raras…
Mi alma es una lámpara que se apagó y aún está caliente…

¡Ah y tu silencio es un perfil de pináculo al sol!
Todas las princesas sintieron el seno oprimido…
Desde la última ventana del castillo sólo un girasol
Se ve, y soñar otros trae brumas en nuestro sentido…

¡Ser y no ser más!… ¡Oh, leones nacidos en la jaula!…
Repique de campanas allá, en el Otro Valle… ¿Cercano?…
Arde el colegio y un niño quedó encerrado en el aula…
¿Por qué no ha de ser Norte el Sur?… ¿Lo que está descubierto?…

Y yo deliro… De repente hago pausa en qué pienso… Te miro
Y tu silencio es una ceguera mía… Te miro y sueño…
Hay cosas rojas y cobras en el modo como te medito,
Y tu idea sabe al recuerdo de un sabor que es horrendo…

¿Por qué no tenerte desprecio? ¿Por qué no perderlo?…
Ah, deja que te ignore… Tu silencio es un abanico—
Un abanico cerrado, un abanico que abierto sería tan bello, tan bello,
Pero más bello es no abrirlo, para que la hora no peque…

Se helaron todas las manos cruzadas sobre todos los pechos…
Se marchitaron más flores de las que había en el jardín…
Mi amarte es una catedral de silencios elegidos
Y mis sueños una escalera sin principio y con fin…

Alguien va entrar por la puerta… Se siente el aire sonreír…
Tejedoras viudas gozan las mortajas de vírgenes que tejen…
Ah, tu tedio es la estatua de una mujer que ha de venir,
El perfume que los crisantemos tendrían, si lo tuviesen…

Es preciso destruir el propósito de todos los puentes,
Vestir de alienación al paisaje de todas las tierras,
Enderezar a fuerza la curva de los horizontes,
Y gemir por tener que vivir, cual brusco ruido de sierras…

¡Hay tan poca gente que ame los paisajes que no existen!…
Saber que seguirá existiendo el mismo mundo mañana —como nos desalegra!…
Que mi oír tu silencio no sean nubes que entristecen
Tu sonrisa, ángel exiliado, y tu tedio, aureola negra…

Suave como tener madre y hermanas, cae la tarde opulenta…
No llueve ya, y el vasto cielo es una gran sonrisa imperfecta…
Es una plegaria mi conciencia de tener conciencia de ti,
Y mi saberte sonreír es una flor marchita en mi pecho…

¡Ah, si fuésemos dos figuras en un lejano vitral!…
¡Ah, si fuésemos los dos colores en una bandera de gloria!…
Estatua acéfala puesta en un rincón, polvorienta pila bautismal,
Pendón de vencido que tiene escrito al centro este lema —¡Victoria!.

¿Qué es lo que me tortura?… Si hasta tu rostro en calma
Sólo me hincha de tedios y de opios de ocios funestos…
No sé… Yo soy un loco que extraña su propia alma…
Fui amado en efigie en un país más allá de los sueños…

Fernando Pessoa, incluido en Poemas. Antología (Editorial Letras vivas, Mexico, 1998, selec y trad. de Miguel Ángel Flores).

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