Eras mi predilecta
y la que más quería.
Aunque ya tenías seis años,
te llevaba siempre en mis brazos.
Me deleitaba contemplarte
tomar alguna fruta o pasas
y, teniéndote en mi regazo,
te enseñaba a leer poemas.
De madrugada, imitando a tu hermana,
te arreglabas ante el tocador.
Quisiste tener un vestido hermoso,
mas por falta de dinero,
no te lo pude comprar.
Eran tiempos muy difíciles.
Tenía yo que andar de un sitio a otro,
aun en días de lluvia y nieve.
Al volver exhausto a casa,
siempre te encontraba a la puerta.
Me esperabas, me saludabas,
dándome gran alegría.
Un día caíste enferma,
cuando se inició la guerra.
Aterrada, dejaste el mundo,
antes que te asistiera el médico.
Tuve que enterrarte de prisa,
en una colina lejana.
¿Encontraría tu ánima el camino
para regresar a casa?
Recuerdo que el año pasado,
en la primavera florida,
llevándome de la mano,
dabas vueltas y vueltas
por el jardín antiguo,
contemplando las plantas.
Este año se abren ya los capullos,
mas estamos a la orilla
de un río remoto.
Sólo faltas tú en la familia.
Mirando yo solo las flores,
no puedo contener las lágrimas.
Una copa ya no basta
para aliviar mi tristeza.
Oscuridad vespertina.
Un viento desolador y frígido,
levantando la cortina,
punza mi corazón dolorido.
Gao Qi, incluido en Poesía clásica china (Ediciones Cátedra, Madrid, 2002, ed. y trad. de Guojian Chen).
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Es un poema muy triste, pero con cierto amor tan profundo, lindo poema.
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