cómoda aun en verano y en otoño.
Si se rompe, la zurzo miles de veces;
los zurcidos de delante y de atrás quedan iguales.
Me sirve como asiento y como ropa.
Sirve en cualquier estación y lugar.
Yo sé cuan cómoda es para el ejercicio ascético,
es grande la influencia de Kasiyapa.
El monje Chochu predicó en vano dos o tres veces
una taza de té y siete geun de ropa de monje.
Miles de maravillosos sermones
no se igualan a esta ropa de harapos.
Esta ropa de harapos es muy cómoda
y apropiada a todos los movimientos de vaivén.
¿Qué descubre el que mira las flores con ojos ebrios?
Los que viven en profundo ascetismo sí descubren.
¿Sabe cuántos años tiene esta ropa?
Queda la mitad; la otra, sin color por el viento y la lluvia.
En las noches de luna al caer la escarcha
muchas ideas llegan a esta choza.
Soy pobre; y el ascetismo es sin fin,
y no tiene fin el magnífico uso de la ropa.
Los tontos se burlan de los desharrapados.
Por la vía del zen busco la verdad.
Con mis ropas harapientas y mi bastón delgado
he recorrido todo este mundo.
Lo que he ganado andando por el mundo
es la pobreza y la frugalidad.
No busqué ganar dinero ni fama.
¿Qué puede tener un vacuo paupérrimo?
Con el bastón, doquiera muy contento,
pasaré gustoso toda la vida.
Feliz con esta vida, ¿qué más tengo que esperar?
Me causa risa cuando pretendo conseguir algo.
Sin saber que la dicha es producto de vidas anteriores
muchos culpan al cielo y a la tierra.
Soy tonto, cual partícula de tierra y de ceniza,
ignorante de las fases de la luna y el sol,
sin leer libros budistas, sin hacer meditación
vivo la vida en ropa harapienta.
Naong Hyegŭn en Naongjip (siglo XIV)), incluido a su vez en Manioshu. Colección para diez mil generaciones (Ediciones Hiperión, Madrid, 1980, ed. y trad. de Antonio Cabezas García).
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