lo aprecio más que la plata y el oro;
me gusta tanto llevarlo en la frente y como vestimenta
que "color de la verdad" lo llamé.
Si bien florece con forma dulce y suave,
la rosa candente se empalidece pronto.
Por eso esta flor se consagró al amor;
su atractivo es infinito, pero se marchita pronto.
El azul del cielo resplandece magnífico y suave,
por eso esa agradable imagen se asignó a la fidelidad.
¡Pero alguna nubecita enturbia el aire tan puro!
Así también le llegan a menudo al hombre fiel las inquietudes.
El color de la nieve, tan radiante y claro,
se llama color de la inocencia, pero no es duradero.
Pronto se ensombrece su vestido brillante,
así también la calumnia y la envidia enturbian la inocencia.
¿Por qué -preguntáis- brindé a ese color encantador
el nombre sagrado de la verdad?
Porque el resplandor de las llamas procede de él
y la duración tranquila lo encierra como protección.
No lo daña el aguacero al mojarlo,
ni lo empalidece la luz devoradora del sol:
por eso me gusta tanto llevarlo en la frente y como vestimenta
y "color de la verdad" lo llamé.
Sophie Mereau, incluido en El Lied clásico. Haydn, Mozart y Beethoven (Ediciones Hiperión, Madrid, 2003, selec. y trad. de Judit G. Viloria).
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