Hombres vivos
apartaron hace ya mucho tiempo la violencia de sus manos
y derraman ahora el salvaje esplendor de sus sueños
en otras partes.
Porque estás muerta.
Y olvidada por un vaso cualquiera de agua.
Pero tus palabras moribundas sobre el destino de la vida
respiran en el humo de una catarata oculta un día otoñal:
sobre esto de morir
a remolinos
de un juego de sombras en el fluir del agua.
* * *
Noviembre ya está
aquí; extendidos en erizada locura
están los árboles envueltos en estrías de lluvia; y tú
estás sola, la muerte sabe dónde. — Quemada
amargada intelectual, deja una pasión
como en fiebre agua sobre la ceniza
para así, altivamente envuelta en humo,
burlarse del dolor del signo de los muertos,
riéndose, como aquella enloquecida cuyo arco
avanza cantarín sobre cuerdas de lluvia
* * *
Aún se te siente: gritos roncos
huidizos en la luz de la madrugada. Fuego
encendido en una ventana vacía y las farolas
apagadas por fríos pasos en la arena
por el camino asciende una visión de sombras
en veloz huida sobre el lino gris pálido de la almohada
se intuye en vagos contornos tu boca
semiabierta a palabras que impronunciadas
dejan un vacío en la vida. ¡Spleen!
oh spleen en la impotente caída de las fuentes.
Claes Gill en Fragment av et magisk liv (1939), incluido en Poesía nórdica (Ediciones de la Torre, Madrid, 1999, ed. y trad. de Francisco J. Uriz).
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