Revisando textos del pasado encuentro este que no había publicado en Asamblea de palabras. Y os lo dejo tal cual lo escribí en su momento.
Max
Aub nació en París en
1903. Su padre era alemán y su madre francesa, aunque de origen
alemán igualmente. Su madre era de origen aristocrático y quien más
se encargó de la educación del futuro literato, ya que su padre
pasaba largas temporadas fuera de casa al trabajar como viajante
comercial en diversos sectores. Max, de niño, ya dominaba el francés
y el alemán, sus dos lenguas, y tenía un gran contacto con la
literatura gracias a las inquietudes artísticas de su madre, quien
utilizó la novela Los miserables,
de VíctorHugo, para enseñarle a
leer. A los once años sabía una lengua más, el latín, y había viajado
por casi toda Europa gracias a la profesión de su padre.
En 1914 su familia
viaja a España huyendo de la Primera Guerra Mundial y se establece
en Valencia, donde Max Aub cursará el bachillerato. Estas idas y
venidas tan joven, este continuo aprendizaje de idiomas le
convertiría con el paso del tiempo en uno más de los intelectuales
apátridas que tuvieron como referencia a nuestro país. Se
entusiasma con la alegría de nuestro pueblo y a los 12 años escribe
su primer poema en español, idioma que ya no abandonaría para la
escritura. Y apenas con 16 años ya se relacionaba con el mundo
cultural y artístico valenciano y empezó a forjar sus amistades de
juventud. En 1920 acaba el bachillerato y comienza a usar una de sus
frases preferidas, que usaba cuando le preguntaban de donde era en
realidad: “se es de donde se estudia
el bachillerato”.
Pero ahí abandona los
estudios y empieza a trabajar también de viajante comercial, lo que
le ayuda a relacionarse con todas las vanguardias artísticas
españolas que comenzaban a desarrollarse en los años veinte y que
tendría su segundo ‘siglo de oro’ a la llegada de la República.
Comienza también su ritmo frenético de escritura: teatro, relatos,
novelas, poesía, ensayos..., cualquier género le es válido para
contar todo aquello que quiere contar. Así nos encontraremos con que
al final de su vida, este autor tiene una de las bibliografías más
extensas entre los autores españoles del siglo veinte.
En 1929, la
efervescencia de compromiso social que bulle en la mayoría de los
jóvenes intelectuales españoles le lleva a ingresar en las filas
del PSOE, aunque su militancia fue más cultural que política y no
dudó en criticar a sus dirigentes en todo momento. Ya en la
República, participa en un proyecto similar al de Lorca y La
Barraca, pero en Valencia y bajo el nombre El Búho. Su quehacer político
estaba tan ligado a su obra cultural, que se expresaba siempre a
través de sus escritos. Basten dos ejemplos: estrenó las obras de
teatro El agua no es del cielo,
para apoyar a su partido en las elecciones, y Las
dos hermanas, para hablar de las buenas
relaciones entre los sindicatos UGT y CNT.
Con el triunfo
definitivo del golpe militar en 1939 huye a París con su familia.
Allí, pasa tres periodos en prisión durante la ocupación nazi
acusado de “comunista” por intentar dirigir una colección de
libros de literatos republicanos en el exilio. Entra en un infernal
periplo que le hizo recorrer prisiones francesas, campos de
concentración e incluso fue trasladado a prisiones del norte de
África. Lo que son las cosas, de este periplo surgirá más tarde la
que está considerada como obra cumbre de su literatura, la obra de
teatro San Juan.
En septiembre de 1942 termina su calvario y consigue embarcarse para
México, donde prosigue con su labor creativa y solidaria con los
exiliados y resistentes republicanos.
En 1969 consigue
autorización para poder viajar por España. La emoción del regreso
le dejó tocado el corazón y a pesar de sus dolencias siguió
viajando por el mundo y por España, hasta que ese corazón tan
español se terminaría de parar en México en 1972.
El Segundo Siglo de Oro de
las artes, las letras y las ciencias en España que tuvo su máxima
expresión en la democracia republicana y fue cortado de raíz por el
golpe militar fascista fue un gran referente para intelectuales de
todo el mundo. Muchos de ellos, como Max Aub, venido de Francia, de
origen alemán, ya no quisieron ser más que españoles. Un autor más
que poner en la lista de nuestras lecturas en nuestra querida lengua.
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