pero, pensando en la vida temporal, todo es falso.
El cuerpo que me dieron mis padres no sirve después de la muerte.
Medito un rato, me alejo de lo mundano,
me despido de mis padres, voy en harapos a la montaña
con una cantimplora y un bastón de armuelle.
Para ver al iluminado, para alcanzar la iluminación
aprendo todas las palabras del libro budista,
y limpio mi mente para superar las pasiones.
Con armas del budismo entro en la montaña de los cinco elementos,
hay muchos montes; el de los cuatro sufrimientos es el más alto.
Cual ladrón que entra y sale sin dejar huella,
en la puerta de seis orígenes dejaré agónico mi corazón,
con sapiencia haré el barco y cruzaré el mar de tres mundos.
Al que ora, lo ayudo a subir al barco de tres velas;
alzando una vela, el viento primaveral sopla suave;
y la nube blanca se pasea en el cielo.
¡Cuan triste y lastimero es el mundo profano!
¿Cuántas vidas esperan los que sin orar
viven pegados en mundano deseo, y sumergidos en la ambición?
¿Cuándo estarán libres en doce horas del día y en treinta días del mes?
Aunque nazcan puros y brillantes como Buda, ¿cuándo pensarán?
Aunque nazcan con muchas virtudes, ¿cuándo las practicarán?
El nirvana se aleja; el infierno se acerca.
Señores, a practicar la virtud, por favor.
Las virtudes de este mundo se reflejarán en otro mundo.
Vana riqueza, labor de cien años, desaparece en una mañana;
el rezo de tres días es joya que dura millones de eones.
¡Ah, qué joya!; aunque mil eones después, sigue igual;
queda todavía después de diez mil eones.
Aunque el mundo sea lato, no es más que mi corazón.
Aunque sol y luna sean claros, no es más que mi corazón.
Los tres Budas de ayer, hoy y mañana conocen mi corazón;
pero no lo conocen los que giran por seis procesos.
¿Cuándo dejaré mi gira por los tres mundos?
Medito, intento cambiar mi mente, pienso en el mundo celestial.
Densos bosques, tranquilos arroyos, suaves vientos, hermosas flores,
ramas de pinos y bambúes de tupidas hojas.
Cruzo la humanidad, entro al mundo nirvana.
Espléndida tierra de seda cercada con rejas de siete joyas.
Oigo la oración en el podio del loto de Buda,
oran la cigüeña azul, la cigüeña blanca, el pavo real,
el fénix de oro y el fénix azul.
Por el soplo de viento claro el rezo suena triste.
Ah, ¡qué triste! ¿Cómo vivir en este mundo sin orar?
Buda de Misericordias, sálvanos.
Naong Hyegŭn, incluido en Bogweonyeombulmuri (1776), incluido a su vez en Manioshu. Colección para diez mil generaciones (Ediciones Hiperión, Madrid, 1980, ed. y trad. de Antonio Cabezas García).
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Harapos con cien costuras, La tierra pura del paraíso occidental
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toda una plegaria...
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