¿Quién te dijo que el florero de escamas y el baile de los
loros verdes en la alfombra, el barco de mantequilla dibujado en
la tela que cubre el plato, la pintura de Pat de Lakshmi, la cubierta de la vasija
artesanal de adoración de Itu, no es poesía?
Si puedes escribir como escribía Ashapurna
al atardecer las horquillas vendrían con la peineta de Jessore,
para arreglar el peinado, la poesía o la fragancia
del aceite del pelo, la sensación de arreglar un moño grande con la mano mojada,
el vuelo de cientos de mariposas: ¡nada es fácil!
La puerta cristalina del armario cubierto por terciopelo verde
adentro hay una muñeca francesa alucinante, de cristal,
que lleva un halcón en su hombro, tiene sombrero y en su cuello
queda un poco de pegamento de París; la poesía acoge todo,
¡qué dolor aquel error antiguo!
el tacto sobre las hojas de betel,
el pat cubierto por los tiempos de India de la fiesta de
Rasalila en que caminan las mujeres sonámbulas de las familias ganaderas bajo la luna.
¿Puedo escribir tal como escribía Ashapurna?
La mujer mayor al orar con su rosario lo hace igual que con las cosas cotidianas:
sabe todo de los movimientos y cambios.
Una pintura antigua de la familia se marchitó por el carbón,
la poesía también acecha: a la caja china de la abuela,
a la luz de Calcuta de la época juvenil del abuelo,
a la voz del maestro cantante en el gramófono viejo
o de alguna canción de esa época; la poesía lo escribe todo,
es toda la razón:
si se puede sentir la cotidianidad no es necesario imitar a Ashapurna.
Gita Chattopadhyay, incluido en La pared de agua. Antología de poesía bengalí contemporánea (Olifante Ediciones de poesía, Zaragoza, 2011, ed. y trad. de Subhro Bandopadhyay).
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