¡No todo lo que el hombre dominaba
fue arrasado!
Le ha quedado gozar
del sol y el aire libre.
Lo demás, con las manos curtidas
lo entregó a los poderosos a fuerza de sangre.
¿Para qué vine al mundo
si no tengo derecho a nada en él?
Vuelan libres los pájaros
y en los campos encuentran su alimento.
Hasta el gusano encuentra su ración:
este animal medroso come cuanto le place.
Yo que he sido creado semejante a los otros
espero en vano mi sustento.
Contemplo el alimento copioso en las amelgas,
pero muero de hambre junto a ellas.
La gente y los caballos que transitan
pisotean las espigas que hay junto al camino.
Un murmullo persigue raudo al viento:
son los carros del rico cuando pasan.
Él, distraído más que los demás,
sufre el calor y el polvo.
Envuelto en una oscura tolvanera
no alcanza a ver el cielo.
¡El adulador lo envenena con la falsedad!
Lo que gastó en mi sustento,
cuidando de su cachorro preferido,
al señor se lo devuelvo.
A mi súplica el rico gira su cabeza
y mira justo allí,
donde yazco olvidado.
Ve al tullido, pero pasa de largo.
¡Oh, Señor! Estoy en mi derecho,
como todos también te llamo «Dios».
¿No me ves? También soy hijo Tuyo
y, sin embargo, repto por los suelos.
Tengo enfermos los ojos por el llanto
que derramo en vano cada día.
Cielo y Tierra, contra mí conjurados,
de piedra a mis súplicas se hicieron.
No existe nada que en la vida me alegre.
En el camino todo pasa de largo ante mí.
Sólo la muerte se apresura a mi encuentro.
Mi esperanza se acerca cogida de su mano.
Franciszek Karpiński, incluido en Antología de la poesía polaca desde sus orígenes hasta la Primera Guerra Mundial (Editorial Gredos, Madrid, 2006, ed. y trad. de Fernando Presa González).
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Cuánta pesadez de ánimo...
ResponderEliminarNo es para menos.
EliminarAsi es
ResponderEliminar... cuando las circunstancias no dan opciones... lindo poema
Nos alegramos de que te haya gustado. Un abrazo.
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