Cuando siento, Señor, tu suave gracia
alzar mi alma en busca de tu rostro,
Tus ojos adorables engendran tal deseo,
que muero en amorosa y dulce llama.
Oh, vivo amor, yo soy tu sacrificio.
Triunfad siempre de mí, benditos ojos.
Iluminadme siempre, hermosos soles,
que siempre os pueda ver y siempre muera.
Y viviré de nuevo, aunque muriendo,
siempre anheloso de ser siempre herido,
tanto granjea el alma en dulce ahogo.
El ansia de morir me da la muerte.
Siempre está viva en mí la lucha amante
de viva Muerte con muriente Vida.
Pues mientras Tú me hieres blandamente
muerto para mí mismo, vivo en Ti.
Richard Crashaw en Carmen Deo Nostro (1652), incluido en Poetas ingleses metafísicos del siglo XVII (Editorial Acantilado, Barcelona, 2000, selec. y versión de Blanca y Maurice Molho).
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