Mi amor, párate un poco, que una filosofía
de amor quiero leerte. En las tres horas
que desgranamos juntos paseando,
iban a nuestro lado dos sombras que nosotros producíamos.
Ahora el sol se cierne sobre nuestras cabezas;
avanzamos pisándonos las sombras;
y ya todas las cosas se concretan
en dura claridad.
Así mientras crecían nuestros amores niños,
los disfraces, las sombras fluían de nosotros
y de nuestro cuidado. Ahora ya no es lo mismo.
Aún no había llegado aquel amor
a su grado más alto. Por eso se ingeniaba
en celarse a la vista de los hombres.
Pero si nuestro amor no se sostiene
en puro mediodía, nuevas sombras
proyectaremos al opuesto lado.
Y mientras las primeras cegaban a los otros,
las que vengan después trabajarán
sobre nosotros mismos, cegando nuestros ojos.
Si nuestro amor desmaya, declina hacia el ocaso,
tú me disfrazarás
falsamente tus actos, yo los míos.
Las sombras mañaneras se esfumaron,
pero éstas de la tarde irán creciendo
a lo largo del día.
Mas, ¡ay!, el día del amor es corto
cuando el amor desmaya.
El amor es la luz siempre creciente,
o plena e inmutable.
Y su primer minuto
después del mediodía es ya la noche.
John Donne en Songs and Sonnets (1633), incluido en Poetas ingleses metafísicos del siglo XVII (Editorial Acantilado, Barcelona, 2000, selec. y versión de Blanca y Maurice Molho).
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Me gusta como se viste y se desviste una obsesión: la del desamor. Muy bueno.
ResponderEliminarEs curioso como siendo de la época que es hable de explicaciones "científicas" para ello.
EliminarQue tal alegoria, la del sol y las sombras. Genial....n.
ResponderEliminarSi, este poeta le daba vueltas a las cosas.
EliminarLo lei de nuevo y surge de esa experiencia cotidiana de tres horas. Maravilloso.
ResponderEliminarSi, y cada lectura será diferente.
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